Feminismo

publicado en: Vida cristiana | 0

Revuelo por el libro “Cásate y sé sumisa” (sobre el que procuraré escribir un poco la próxima semana), pidiendo incluso que se retire sin haberlo siquiera leído, las de FEMEN con lo de “el aborto es sagrado“, mujeres que prefieren apartarse de la familia para ser esclavas del trabajo… Todo esto tiene una palabra que lo caracteriza: feminismo.

El feminismo no comenzó mal. Al principio buscó el justo reconocimiento de la dignidad de la mujer, dignidad en no pocas ocasiones ignorada. Así, jugó un importante papel en su momento reivindicando una merecida igualdad en dignidad y ante la ley con el hombre.

Pero luego, empezó a perder el norte. Empezó a buscar igualarse al hombre en todo, olvidando que hombre y mujer son, gracias a Dios, diferentes y, por eso, complementarios. Ser diferente no implica que uno sea superior a otro. Reconocer que mi mujer y yo somos diferentes, cada uno con las características propias del sexo correspondiente, no es hacerla a ella inferior y a mi superior ni viceversa. Es observar la naturaleza de hombre y mujer y darse cuenta de que, el uno sin el otro, no somos nada.

Sin embargo, en el colmo de la cutrez, en lugar de buscar potenciar el genio femenino el feminismo se ha dedicado a convertir a las mujeres en subproductos masculinos, promoviendo todo un universo de estereotipos que, mientras parecían enfrentarse a un supuesto “patriarcado”, las pretendían convertir en patriarcas en lugar de matriarcas. O, mejor dicho, en una mala imitación de un patriarca. Porque siento tener que ser yo el que pinche el globo, pero por mucho que intenten ser hombres, a los hombres se nos da mejor. Mucho mejor.

Flaco favor ha hecho a la mujer el feminismo en una supuesta “liberación sexual” que la ha convertido justo en lo que la mente machista (ojo, no la masculina) quiere: un objeto sexual. Alguien con quien pasar una noche y luego, si te he visto no me acuerdo. Toda una industria a favor de un objetivo que, a poco que se piense, es machista hasta el tuétano: anticoncepción, aborto, pornografía… ¿Liberación sexual? El feminismo convierte a las mujeres en esclavas a cambio de negar su naturaleza de personas con una capacidad única: dar vida, acogerla desde el principio. Precisamente lo que más distingue a la mujer es contra lo que más luchan las feministas. ¿No tendría que ser más bien al contrario?

Flaco favor la ha hecho también al empeñarse en convertirla en una competidora sin miramientos en el trabajo. Porque esa mentalidad expulsa a las mujeres que no quieren ser esclavas de sus jefes, sino que quieren pasar tiempo con su familia, conciliando trabajo y vida familiar. Pero eso último no es feminista. Claro que no. Es femenino. Algo muy distinto.

Podríamos seguir con más ejemplos, pero esto se haría un poco largo. Quiero terminar esta entrada con mi visión del feminismo en el que yo creo:

El feminismo en el que yo creo es uno que potencie y desarrolle lo femenino. No contraponiéndolo a lo masculino, sino mostrando sus características y cómo, siendo únicas, complementan las características propias del hombre. Que no se avergüence de dejar bien claro que una mujer es una mujer y no tiene por qué ser como un hombre. Ni falta que le hace para ser única y maravillosa.

El feminismo en el que yo creo es uno que acepte a la mujer tal cual es, que no busque renunciar a la maternidad como si fuera algo malo, sino que se dé cuenta de que toda mujer, incluso la que no tiene o no puede tener hijos, lleva dentro una madre, porque la naturaleza femenina escucha, acoge, cuida, protege, abraza… en definitiva, porque la naturaleza femenina está diseñada para la unión con la vida. Y eso es precioso y delicado, y nadie debería considerarlo “de segunda”.

El feminismo en el que yo creo, en definitiva, es el que lucha para que la mujer sea mujer, sea femenina, y no una mala copia de un hombre. No es ninguna locura, ¿no?

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
Seguir Jorge Sáez Criado:

Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.