Artículo publicado en en el número 1055 del año XXXVII de la revista Sembrar, revista quincenal diocesana de Burgos, correspondiente al período del 17 de julio al 27 de agosto de 2016.
¿Para qué complicarse la vida?
“Vuelve las espaldas al infame cuando susurra en tus oídos: ¿para qué complicarte la vida?” San Josemaría Escrivá de Balaguer
En nuestra sociedad parece como si hubiera un lema no escrito pero que aparece por doquier: no te compliques la vida.
Se trata de un lema comodón, un lema de cobardes, de personas que se cansaron de luchar antes incluso de plantearse siquiera empezar a hacerlo. Un lema que vuelca a la persona en el individualismo más atroz, encerrándola en un caparazón de egoísmo en el que nada importa mientras no la afecte de cerca.
Y lo más triste es que ese lema también está vigente entre tantos cristianos. ¿Para qué complicarse la vida dando la cara por la Iglesia? ¿Para qué arriesgarse a una discusión, cuando en tu entorno puede que seas el único que defendería la fe católica? ¿No es mejor no decir nada, incluso reír las gracias que hagan a costa del Papa o de la Iglesia, para no romper esa paz? ¿No se supone que es mejor actuar sin decir nada?
¿No será más bien que tienes pánico a que te señalen y quieres disfrazar tu miedo como si fuera humildad o amor por la paz? ¿No será que tu fe es casi inexistente y sólo la muestras cuando estás rodeado por los otros católicos de tu grupo, en un entorno controlado, donde sabes que no desentonas?
Tu fe no es más que un accesorio del que te avergüenzas.
Si san Pedro, san Pablo, los mártires, san Ignacio de Loyola y tantos otros santos hubieran actuado de esa misma manera, preguntándose para qué complicarse la vida, nunca habrías oído hablar de Dios. Porque la fe estaría muerta y enterrada en la cobardía de los miembros de la Iglesia.
Imagínate si todos los que decimos que somos católicos dejáramos aparte nuestros miedos y diéramos cuenta de nuestra fe. Imagínate si nos atreviéramos a hablar de ella cuando se diera la oportunidad y si actuáramos con coherencia.
Imagínate si, en lugar de ser borregos que dejan la vida pasar sin complicarse, tomáramos la determinación de complicarnos la vida con alegría. Incluso, ¿por qué no?, con un poco de audacia.
Imagínate empezar a complicarte la vida hoy mismo. ¿Te atreves?