Recomendación de libros para cambiar de vida

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Ser hijo de Dios llena de alegríaComo sabrás, escribo libros de espiritualidad católica para transformar vidas, para mejorar tu relación con Dios y tenerle más presente en tu día a día.

Infolibros se puso en contacto conmigo hace poco para promocionar La alegría de ser hijo de Dios y hacer cinco recomendaciones de libros que no fueran míos.

Por tanto, siguiendo la misma línea de mis propios libros, les envié mi lista de los mejores 5 libros católicos para cambiar tu vida. Siendo concretos, son los siguientes:

  • Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola
  • Simón Pedro, de Georges Chevrot
  • La última palabra es de Dios, de Klemens Stock
  • Camino, de san Josemaría Escrivá de Balaguer
  • Clara Badano. “Chiara Luce” vista de tejas abajo, de Franz Coriasco

Todos y cada uno de ellos han influido en mí y en mi experiencia de Dios. Y espero que a ti también te ayuden a encontrarte con Él.

¿Queda algo del autor en su obra?

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Ficción especulativaEsta es una pregunta que yo creo que todos, tanto lectores como escritores, nos hemos hecho más de una vez.

Y no es tan fácil la respuesta.

El que probablemente sea mi autor de fantasía favorito (sí, Brent Weeks) hablaba una vez de cómo, en su saga El portador de luz, que tiene como escenario un mundo en el que existe la esclavitud y está totalmente normalizada, le había escrito gente enfadada porque asumía que, si escribía eso, era porque él estaba a favor de la esclavitud.

Como es lógico, eso no se acerca a la realidad ni por asomo. Al menos, según lo que él mismo dice, pero creo que podemos confiar en él al respecto.

En mi caso, por haber escrito una novela sobre el Apocalipsis, eso no quiere decir que quiera destruir el mundo.

Sin embargo, el tono general de la novela sí habla de mí, de la esperanza que me proporciona mi cosmovisión cristiana.

De la misma manera, en mi opinión, incluso cuando alguien escribe algo, por ejemplo, solo por divertirse o, por qué no, por intentar hacer dinero, quizá los accidentes concretos del libro no concuerden con lo que el autor piensa o cree. Pero, de un modo más o menos sutil, siempre quedará un rastro de su creador. Al fin y al cabo, el propio proceso creativo implica sacar algo de nuestro interior y plasmarlo en diferentes maneras.

Sin embargo, puedo comprender a quienes piensan que no es así. En situaciones como las de escribir una serie de un cierto género que no le gusta tanto al autor solo porque se vende mejor que otro género puede parecer que no dejará rastro de su forma de ver la vida. Pero el mismo hecho de su intencionalidad al escribir cada uno de esos libros deja su impronta.

Al menos, eso es lo que yo pienso.

¿Y tú? ¿Qué crees?

Un buen regalo de Navidad

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Estamos a un paso de la Navidad. Alegría, fiesta, emoción.

Y, también, sufrimiento.

Muchas veces lo pasamos por alto, porque la tristeza se oculta bajo una sonrisa. Bajo un “estoy bien”.

Porque, reconozcámoslo, casi nadie quiere oír “estoy mal” y sentirse obligado a preguntar el motivo. Ni nos importa ni nos interesa.

A veces lo más valioso es que alguien, sencillamente, nos escuche. Que esté dispuesto a compartir nuestro silencio, sin tratar de escapar ni de dar soluciones a algo que no comprende.

Una mano amiga que te sujete y te mantenga a flote.

Sería bueno que esta Navidad miráramos a nuestro alrededor y nos preguntáramos si algún conocido estará pasando por algo así. Dejar de mirarnos el ombligo y pensar en los demás. Y no solo lamentarnos, sino hacerle ver que estamos ahí.

Eso sí que sería un gran regalo de Navidad.

La crispación como arma política

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La política tal como funciona últimamente.

Este artículo ha sido publicado en el número 64 de la revista Punto de Encuentro, de la Obra Social de Acogida y Desarrollo. El hilo conductor de este número ha sido el de la crispación.

La crispación como arma política

Crispación política

Un fenómeno que parece acentuarse con el tiempo es el de la utilización de la crispación de la sociedad como arma política en busca de ganar elecciones.

Los partidos políticos, en su búsqueda del poder, no dudan en acentuar los extremos, en mostrarse como «los buenos», mientras los demás son «los malos». Algo que, dicho sea de paso, de forma individual también tenemos tendencia a hacer. Todos nos hemos encontrado a alguien que no para de contar a los demás lo bien que cumple con su trabajo, por poner un ejemplo, mientras los demás son unos patanes que no son capaces de hacer nada a derechas. Quizá, incluso hemos sido los protagonistas de esas historias.

En el caso político, sin embargo, esta situación es particularmente grave. Y es así tanto por los políticos que recurren a esta estrategia para manipular a sus bases, haciéndolos pensar que están en el lado correcto y que no hay nada bueno en los que defienden el color opuesto, como por los que se dejan crispar sin utilizar el don que Dios nos ha dado para guiar nuestro comportamiento: la razón.

Y es tan grave porque hacen depender el futuro de toda una sociedad de mentiras, medias verdades, oposición y confrontamiento. En lugar de dar razones, de argumentar, de buscar un entendimiento y una colaboración, se centran en el enfrentamiento, en quedar como los moralmente superiores, que deben aplastar a sus contrarios porque buscan el mal, definido según los valores del partido en cuestión.

Esto podría evitarse partiendo de unos principios inalterables para el país. Unos principios que se tengan que reconocer como previos a la misma política y que todos los partidos deban acoger como condición inexcusable para, a partir de esos principios, ejercer la política.

Los ciudadanos, a su vez, deberían (deberíamos) vigilar para no caer en este tipo de juegos de manipulación y poder. La crispación, ver a los demás como enemigos, no ayuda en nada. Al contrario, solo nos hace más vulnerables. No es sano asumir que nuestro político preferido siempre tiene razón, pase lo que pase. Tenemos que estar por encima de esto, por muy difícil que sea.

Los partidos, en muchas ocasiones, se dedican más a adoctrinar a sus bases con soflamas propagandísticas que buscan hacerlos sentirse como la solución a todos los problemas, mientras que «los otros» son los causantes  de los problemas. Cuando lo mejor sería tener claros los objetivos para el país, según esos principios inmutables, y tratar de colaborar entre las distintas fuerzas políticas para conseguirlos.

Colaboración en lugar de crispación. Ofrecer la mano en lugar de insultos.

Eso sí cambiaría las cosas. Al menos en mi humilde opinión.

Memento mori

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Memento mori, recuerda que vas a morir

Memento mori, aprender a vivir para aprender a morirUno de esos temas que se han vuelto casi (y sin casi) un tabú es el de la muerte. Tendemos a esconderla, a no pensar en ella, a ocultarla bajo la alfombra.

Si alguien comienza a hablar sobre el momento de la muerte, no faltará quien le diga que no mencione esas cosas.

¿El problema? Vivir como si la muerte no existiera no hace que la muerte deje de existir. Solo sirve para que no sepamos vivir.

Sin ir más lejos, uno de los métodos de discernimiento de san Ignacio de Loyola consiste en imaginarse en el momento de la muerte para, echando la vista atrás, descubrir el camino que debemos seguir.

El mismo Cristo nos recuerda en el Evangelio que tenemos que estar preparados, porque no sabemos en qué momento vamos a tener que comparecer ante el Señor. Por ejemplo, en Mateo 24, 42-51. Y, siendo realistas, siempre nos pilla por sorpresa. Incluso cuando está claro que ya nos queda poco.

No sabemos cuándo vamos a morir, pero lo que es seguro es que vamos a morir. Entonces, ¿no es preferible contar con ello en lugar de esconderse?

Meditar sobre el momento de la muerte no tiene nada de triste necesariamente. Al contrario, nos sirve como indicador de la vida que estamos llevando. Si actuamos como hijos de Dios, si cada vez que caemos nos levantamos y seguimos adelante con mayores fuerzas aún, la muerte no es algo a temer.

Es más, el mero hecho de desconocer el momento de la muerte nos ayuda a tomar decisiones. Si tengo que elegir entre A y B, y sé que al instante siguiente podría estar muerto, ¿no elegiré la mejor opción, la más cristiana?

Recuerda que vas a morir, sí. Pero también recuerda aprender a morir, que no es otra cosa que aprender a vivir, porque uno muere tal como vive. Quien lleva una vida de rechazo a Dios, tenderá a morir de la misma manera (aunque el Señor intentará hasta el último segundo, sin duda, que cambie su corazón). Y viceversa.

Después de ver a mi padre morir en una envidiable paz sujetando una estampa de la Virgen, lo tengo claro.

Nos interesa aprender a vivir para saber morir. Y aprender a morir para saber vivir. Pero eso no se consigue escondiéndose de la más mínima mención de la muerte, sino aceptando que es algo que llegará tarde o temprano y que tenemos que afrontarla de la mejor manera posible.


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¡Llega la necrobótica!

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Cualquiera que haya jugado a juegos como Diablo o que haya leído fantasía habrá tenido contacto en algún momento con los nigromantes. Sujetos que, mediante la magia, pueden utilizar los cadáveres para atacar a sus enemigos.

Necrobótica

La noticia es, como mínimo llamativa. Por decirlo de forma suave, porque el hecho es que a mí al menos me da un poco de canguelo.

Unos investigadores han creado robots a partir de arañas muertas.

Reciclaje y nigromanciaLa idea es, básicamente, matar una araña, clavarle una aguja y utilizarla para introducir aire en la cámara que utilizan las arañas para presurizar el movimiento de las patas, consiguiendo abrirlas y cerrarlas.

Y lo quieren utilizar para coger objetos con firmeza, sin estropearlos por usar demasiada fuerza.

Al final, resulta que el doctor Frankenstein era un visionario. Da que pensar.

Los nigromantes ya pueden estar tanto en las novelas de fantasía como en las de ciencia ficción. Al fin y al cabo, si se puede utilizar un cuerpo muerto de araña, ¿por qué no llegar a otros animales? ¿O al ser humano? Por supuesto, técnicamente es más complejo, pero nada que no pueda soñar la ciencia ficción y, lo más peligroso, intentar la ciencia.

Frankenstein, Robocop, Soldado universal, son solo algunos ejemplos de “reciclaje” en la ciencia ficción. Solo que esta se niega a llamar nigromantes a estos recicladores, aun siendo algo bastante parecido.

Hay veces que ciencia ficción, fantasía y realidad se mezclan de formas caprichosas. Y, en este caso, nos muestran un rostro muy poco amable, al menos para mi forma de ver las cosas.

¿Tú qué opinas?


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Entre el infierno y la tierra solo se interpone la Orden

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Con El despertar de la Orden, publicado hace nada, he iniciado una serie de fantasía urbana titulada Ex inferno.

En ella, seguiremos los pasos de la Orden de la Cruz y la Llaga y de san Jorge, una orden de monjes guerreros que en la Edad Media se dedicaba a proteger al mundo de los demonios que habían conseguido encarnarse en un cuerpo físico.

Tras su victoria, la Orden se mantuvo oculta y en un nivel de alerta cada vez más bajo hasta llegar a nuestros días: una orden que, a pesar de su entrenamiento armamentístico, se dedica principalmente a la contemplación.

O, más bien, se dedicaba.

El despertar de la Orden, fantasía urbana católica

La investigación de unos arqueólogos en una iglesia desconocida libera a un demonio que permanecía atrapado allí, por lo que la Orden debe activarse de nuevo.

Te presento El despertar de la Orden:

La Orden de la Cruz y la Llaga y de san Jorge lleva siglos en un estado letárgico.

Sin embargo, el regreso a la tierra de demonios encarnados hace preciso que la Orden actúe de nuevo.

Eckard Krieger es el abad de la Orden de la Cruz y la Llaga y de san Jorge. Nunca quiso tener que reactivar la Orden, esperaba poder dedicarse únicamente a la contemplación.

Pero cuando la investigación de unos arqueólogos en una iglesia desconocida hasta el momento libere a un demonio atrapado durante siglos, los deseos del abad Krieger deberán quedar en un segundo plano.

La Orden tendrá que activarse ante la evidencia de que el infierno se prepara de nuevo para invadir la tierra.

Aun a riesgo de sus vidas.

¿Cuál será el destino de la Orden… y del resto del mundo?

Mi experiencia con el libro de los Ejercicios Espirituales

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San Ignacio de Loyola - Saborear la oración

San Ignacio de Loyola siempre ha estado presente en mi vida, incluso sin yo saberlo. Esto es así porque la Compañía de Jesús siempre estuvo presente en mi colegio. Sin darme cuenta, con tan buenos sacerdotes como me encontré de pequeño, me fui impregnando del carácter ignaciano.

Ya mayor, mi vuelta a la fe con mi primera confesión en años (muchos años) fue de nuevo con los jesuitas. Mi primer director espiritual fue jesuita. Y él, en medio de un duro proceso de discernimiento que tuve, me guio mediante las enseñanzas de san Ignacio en los Ejercicios Espirituales.

Ese libro es el resultado de la experiencia de Ignacio en su maduración espiritual y la discreción de espíritus a lo largo de su vida. La obra cumbre de un maestro espiritual, en la que enseña a discernir, a examinar la conciencia, a orar, a profundizar en la fe, a ser contemplativo en la acción.

No se trata de un libro para leer, propiamente dicho, sino para hacer. Para orar y meditar sobre cada punto.

Me acompañó durante mucho tiempo en mi turno de la Adoración Perpetua. Sus contemplaciones me impactaron profundamente, me hicieron ver de otra manera mi relación con Dios. Y me ayudaron a conocer mejor a este santo y su lema: En todo amar y servir.

Hasta ese momento nunca había hecho una contemplación. Nunca había vivido así la oración.

La verdad es que todo lo que pueda decir sobre los Ejercicios Espirituales se quedaría corto.  Solo puedo recomendarte que los hagas, si es posible. Si no lo es, al menos compra el librito y saboréalo con calma.

No te arrepentirás. Te lo aseguro.

Gattaca: Ciencia y ética

Así tiene que ser la ciencia ficción

Hay películas que te dejan clavado en el asiento, pensando en ellas.

Hay bandas sonoras que acompañan a la perfección a la película, acentuando los sentimientos adecuados para cada escena.

Gattaca es una de esas películas.

Gattaca nos presenta una sociedad muy evolucionada técnicamente, pero, a la vez, fría y conformista. Dividida entre los concebidos mediante la ingeniería y selección genética in vitro, considerados superiores, diseñados para tener las características físicas que los padres deseen, buena salud, más inteligencia y mejores posibilidades a la hora de ejercer trabajos, y los nacidos de manera natural, con acceso tan solo a trabajos poco gratificantes porque no se espera más de ellos. Y, ojo, porque ellos han acabado creyéndoselo.

La película sigue los pasos de Vincent Anton Freeman, nacido por amor en lugar de mediante la ingeniería genética, con problemas cardíacos severos que le dan una esperanza de vida de treinta años.

Esta fascinante distopía transhumanista nos da lo mejor de la ciencia ficción: reflexión sobre temas que podría ser farragoso tratar de forma más académica. ¿Quieres ver de primera mano los peligros de generalizar la ingeniería genética? Toma, aquí los tienes. Delante de las narices.

¡Ah!, pero también está su contrapartida: mostrar lo que el espíritu humano puede llegar a conseguir sin esos intentos artificiales para “mejorar” al ser humano y que, cuando intentamos hacer un mundo de humanos “perfectos”, no perfeccionamos el mundo. Más bien, al contrario.

Ciencia y ética

La ciencia en sí es neutra. No así sus usos ni los métodos que se usen para construirla. Y la ciencia ficción como Gattaca nos muestra los peligros de un uso deshumanizado de la misma, aun disfrazado como algo positivo.

La primera pregunta obvia que nos plantea esta película es hasta qué punto es lícita la manipulación genética. De acuerdo, quizá llegue a curar enfermedades. Pero ¿no estará demasiado cerca el paso de intentar “mejorar” al niño para hacerlo más “perfecto” (siempre según el criterio de los padres o del gobierno, claro está), acabando en una nada disimulada eugenesia? Esta implica una brutal discriminación de fondo, en la que se rechaza de forma explícita al considerado imperfecto o no adecuado a las preferencias del que elige.

¿No llevaría a una sociedad discriminatoria, tal como refleja la película?

Esto nos lleva a plantearnos si nos dejaríamos arrastrar a un tipo de sociedad similar a la de Gattaca, en la que tu ADN habla por ti y las decisiones sobre ti se basan tan solo en tu código genético, donde algunas vidas se pueden considerar inferiores o superiores por sus genes. Donde el ser humano no deja de ser un producto que se puede encargar al gusto. Personalmente, me temo que, con un poco de propaganda bien dirigida, no se tardaría demasiado en convencer a una mayoría de que considerar al hijo como un producto a personalizar no solo no plantea ningún problema ético, sino que, además, es deseable.

¿Dónde quedaría entonces, por otra parte, la capacidad de superarse del ser humano? ¿De verdad estamos determinados por nuestros genes o no?

¿En qué punto habría que poner el límite a los usos de la ciencia? Esta película sirve como una maravillosa advertencia sobre la necesidad de un profundo estudio ético a la hora de utilizar los conocimientos científicos. Que se pueda hacer algo no quiere decir que sea prudente ni bueno hacerlo.


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Gracias, perdón, ayúdame más

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Una oración que te ayudará a vivir en la presencia de Dios

Desde hace unos días he incorporado a mis oraciones una que mi confesor me indicó y que rezaba frecuentemente el beato Álvaro del Portillo en la que veo reminiscencias del examen ignaciano.

Gracias.

Perdón.

Ayúdame más.

Álvaro del Portillo oraciónUna oración sencilla, muy breve, imposible de olvidar y que te puede ayudar a mantener la presencia de Dios de forma continua en tu vida, centrándose en tres puntos fundamentales:

  • Gracias: la gratitud hacia Dios por todo lo que nos da, incluso sin darnos cuenta de ello. En primer lugar, por darnos la existencia. Por el sacrificio de Jesús. Por hacernos hijos en el Hijo. Por quedarse con nosotros en la Eucaristía. Por su eterna misericordia, que nos introduce en su Corazón para otorgarnos su perdón, como el buen padre de la parábola del hijo pródigo.

    Hay muchos motivos a diario para dar gracias a Dios y es algo que se nos suele olvidar. Con esta oración, todos los días y cada poco tiempo lo podemos hacer.

  • Perdón: todos pecamos. Ya nos lo muestra san Juan: «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1, 8). Es bueno que nos reconozcamos necesitados de Dios, que seamos humildes para, al caer, no revolvernos en el barro, sino levantarnos y caminar hacia el Padre (cf. Lc 15, 18). El orgullo puede llevarnos incluso a negar a Dios por querer permanecer en el pecado. Pedirle perdón con frecuencia, de corazón, nos ayuda a prevenir eso.
  • Ayúdame más: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles» (Sal 127, 1). Nosotros tenemos que poner nuestro esfuerzo, por supuesto. Pero con el convencimiento de que es la providencia divina la que actúa, de que sin el Señor no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). Esforzarse sin contar con Dios es inútil a la hora de la verdad. Nos tenemos que poner en sus manos como los niños pequeños confían en sus padres. Más aún si estamos hablando de mejorar como cristianos o en la evangelización. Por nuestra propia cuenta, no llegaremos muy lejos.

Eso sí, no se tiene que convertir en una especie de mantra a repetir sin importar el significado. Cada punto de esta oración debemos rezarlo de corazón, con todo nuestro ser. Acercándonos al Señor un poco más cada vez.

Gracias.

Perdón.

Ayúdame más.

Espero que tú también incorpores esta oración a tu día a día. Si es así, cuéntame si te ayuda a vivir con más proximidad a Dios.