En el trabajo tengo dos fondos de escritorio para el ordenador. Uno de ellos es una especie de caballero cruzado con una ballesta. El segundo tiene una cruz de Jerusalén en el centro y pone: «THE CHURCH OF HEROES… THE HOLY CATHOLIC CHURCH!», que traducido al castellano es «LA IGLESIA DE LOS HÉROES… ¡LA SANTA IGLESIA CATÓLICA!«.
Vivimos en un ambiente en el que prácticamente todo va en contra de la Iglesia. Desde casi todos los estamentos se la intenta acallar y apartar de la vida pública. La gente de a pie se traga con gusto cada tontería que se dice sobre la Iglesia, haciendo generalizaciones ridículas a partir de casos puntuales de personas indignas. Pero que serían igualmente indignas si, en lugar de sacerdotes, fueran profesores, políticos o cualquier otra cosa. Sin embargo, todavía estoy esperando que alguien acuse a todo el profesorado de pederasta, por ejemplo. Porque casos de profesores pederastas han salido. Sin embargo, ahí está esa doble vara de medir que se usa tan a la ligera y ante la que tantos católicos callan o, peor aún, la aceptan.
Nos quieren hacer callar. Y buena parte de la culpa la tenemos nosotros, por tontos. Por poner en el poder a políticos cobardes, rastreros, que sólo buscan sus propios intereses. El mal menor. El miedo. Estupidez, pura y simple.
Pero amigos, no tenemos que callarnos. Porque la Iglesia, incluso con sus fallos, incluso con sus integrantes indignos, que los tiene, es la Iglesia de los héroes. ¡Lo es!
¿Acaso no fueron héroes los apóstoles cuando salieron a predicar el Evangelio aun a riesgo de sus vidas?
¿Acaso no fueron (y siguen siendo) héroes los millones de mártires que, a lo largo de los siglos, han preferido entregar sus vidas antes que renegar de su fe?
Nos quieren hacer creer que la Iglesia es una especie de coco que está en contra de la ciencia y la razón. ¡Y resulta que la Iglesia siempre ha sido impulsora de ambas! Ahí tenéis a Georges Lemaître, primera persona, sacerdote para más señas, en hablar del Big Bang. Ahí tenéis también a Gregor Mendel, sacerdote, padre de la genética. O al sacerdote jesuita y astrofísico Manuel María Carreira. O al genetista Jerome Lejeume. O a Erwin Schrödinger. O a Alexander Fleming. O a Ampére. O a Torricelli. Y tantos y tantos otros, incluyendo algunos papas. No es difícil encontrar listas en Internet. Y, además, ¿quién inventó la universidad, de la que algunos zotes nos quieren expulsar? Sí, no tengáis miedo de decirlo: la Iglesia.
Nos quieren hacer creer que la Iglesia está en contra de la libertad. Ahora bien, yo diría que los países de tradición cristiana han desarrollado un nivel bastante bueno de libertad. ¿Los comparamos, por ejemplo, con Arabia Saudí? ¿O con Corea del Norte?
Nos quieren hacer creer que la Iglesia está llena de lujos, pero no hablan de los hospitales, hospicios, albergues y toda la ingente obra en favor de los más desfavorecidos. ¿Qué hacen los que tanto hablan contra la Iglesia? ¿Limpian las llagas de los leprosos, como sí que hace la Iglesia? No. Sólo hablan y se quejan de que un papa lleve zapatos rojos o alguna chorrada semejante de la que está claro que no entienden el sentido.
Se maravillan de las ONGs, pero omiten que, cuando las cosas se ponen feas en los países en los que están, salen disparadas y los que se quedan, ¿quiénes son? Los misioneros. Una vez más, la Iglesia.
Se les llena la boca hablando de valores, pero se les olvida mencionar que esos valores no han surgido de la nada. Los han heredado… ¿de quién los habrán heredado? ¡Efectivamente! ¡De la Iglesia!
¡Si hasta fue un monje católico el padre de la notación musical!
Para no alargarlo, como último punto pero el más importante de todos: la Iglesia es la esposa de Cristo. Es Madre y Maestra. Nos da a conocer a Dios. Administra los sacramentos. En las manos de los sacerdotes, Cristo se hace presente en un poco de pan y de vino. Me parece que no terminamos de entender esto: Cristo, el mismo que estuvo andando por Palestina, el mismo que anduvo junto a Pedro, se hace presente. Sin esto, todo lo anterior no sería nada. Absolutamente nada.
El católico, arrodillándose ante Dios, no se arrodilla ante nadie más. Porque la escala de valores está clara. O debería estarlo. Por eso molesta la Iglesia. Porque no se doblega ni se doblegará ante los caprichos del mundo. Está anclada en una roca inamovible, Cristo. Nos llamarán fanáticos, nos insultarán, nos perseguirán. Y ahí seguirá la Iglesia.
La Iglesia está llena de héroes. Desde el sacerdote que se pasa horas en el confesionario para perdonar los pecados en nombre de Cristo hasta la monja que se desvive en un lejano país para tratar de llevar el amor de Dios a los que no lo conocen. Desde el soldado que trata de proteger a los suyos por amor a ellos y no por odio hacia aquellos contra los que combate hasta la familia numerosa que tiene que aguantar día sí y día también bromas y comentarios de mal gusto.
Y más, muchos más.
Creo que hay motivos de sobra para estar orgulloso de ser católico. ¡Tenemos que recuperar ese orgullo! ¡Y tenemos que empezar ahora!
Bienvenido a la Iglesia de los héroes.