Soy un dogmático impenitente. Y tú también.

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¡Qué le vamos a hacer, así es la vida! Muchos nos acusan a los creyentes de dogmáticos, como acusándonos de no tener pensamiento propio. El único problema (un muy serio problema) es que, si supieran lo que es un dogma, se darían cuenta de que ellos también son dogmáticos. Y también en el mismo sentido en el que lo usan.

¿Qué es un dogma? Un dogma no es más que un principio, un axioma. Algo que se toma como base para un sistema, sea científico, sea religioso, sea filosófico… Ya, decir axioma queda más bonito. Pero, para el caso, es lo mismo. Si yo afirmo que uno más uno son cuatro, me salto alegremente axiomas matemáticos. Soy muy libre de decirlo, pero no estoy haciendo matemáticas. De la misma manera, si yo afirmo que Cristo no es Dios, me salto un axioma católico. Un dogma. Soy muy libre de decirlo, pero no estoy profesando la fe católica. Así pues, tan dogmático es el católico como el matemático cuando se empeñan en defender que las bases de la fe católica o de las matemáticas son las que son y no otras.

Los dogmas son las bases a partir de las que se construye todo el edificio. Y, por tanto, negar un dogma implica negar todo el edificio. Son, por así decirlo, un punto de partida. Desde luego, no un punto de partida inventado. En la Iglesia, son el reconocimiento de forma oficial de algo que es una base de la fe católica. No excluyen en absoluto el razonamiento. De hecho, fe y razón se interrelacionan para dar cada una lo mejor de sí. Sólo hay que ver la ingente cantidad de pensadores creyentes que ha habido, hay y habrá. Y, de paso, los 2000 años de estudio teológico que llevamos.

Y ¿qué ocurre cuando un sistema de pensamiento tiene por dogma algo que es contradictorio en sí mismo? Pongamos, como ejemplo: “la verdad no existe” o “la verdad la define cada uno”. Eso sí que es dogmatismo en el mal sentido de la palabra, porque implica dejarse la lógica más básica olvidada para aceptar un principio que sí, puede ser cómodo, pero es un absurdo como un castillo. Y basar la vida en un absurdo no tiene buena pinta, ¿no?

¿Dogmático, yo? Sí, claro. Y a mucha honra. Y tú también.

Responsabilidades en el aborto

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Al hilo de la entrada “Aborto y criminalización“, una amiga me llamó la atención sobre la responsabilidad que podía tener el padre. Así que voy a ampliar un poco lo dicho en esa entrada.

En primer lugar, debe quedar claro que la mayor responsabilidad, la vital, la primera, es de la madre. Es ella la que va al abortorio, la que permite que descuarticen a su hijo. Sin embargo, la cosa no queda ahí. Hay más responsabilidades.

  • El padre que se desentiende del niño que ha engendrado o que, directamente, también quiere eliminar. Aunque sí es cierto que, en ocasiones, los padres quieren que el niño viva y no tiene manera de conseguir que le perdonen la vida.
  • El médico que decide que el dinero es más importante que la vida de un niño y que su deber de salvar vidas, y se presta al asesinato de niños en estado prenatal.
  • El médico cobarde o ideológicamente carcomido, que le da a una madre la opción de matar a su hijo como si fuera la solución a algo.
  • El político que degrada las leyes y las fuerza para que permitan matar impunemente a los seres humanos más indefensos.
  • El votante que pone su confianza en esos políticos.
  • El educador o divulgador que se salta la lógica más elemental y la ciencia más básica y afirma que el fruto de la concepción no es un ser humano.
  • El comunicador a sueldo de ideologías asesinas que, por sus amos, dice lo que haga falta.
  • El buenista descerebrado que cree que hay que permitir que las madres puedan matar a sus hijos para que, pobrecitos, no sufran. O para que las madres, pobrecitas, no sufran.
  • El políticamente correcto, incapaz de pensar fuera de lo que esté aceptado mayoritariamente en su entorno y de rebelarse ante la brutalidad del aborto porque no es más que un cobarde.
  • El que cree que es un derecho de la madre matar a su hijo aún no nacido pero, curiosamente, no aceptaría el derecho de su madre a matarle cuando ya es mayorcito y defiende esas barbaridades.
  • Tú y yo, cuando podemos defender la vida y decir claro lo que es el aborto y no lo hacemos.
  • Sacerdotes y religiosos que han traicionado a Aquel al que decidieron dedicar toda su persona y su vida y que califican de aceptable la eliminación de una criatura inocente, imagen de Dios.
  • Quienes tienen autoridad en la Iglesia y permiten que algunos de sus pastores y religiosos hablen a favor del aborto y campen a sus anchas. Un pastor debe cuidar de su rebaño, no exponerlo a lobos que ya ni se preocupan de ocultarse bajo una piel de cordero.

Creo que soy muy claro, ¿no? Seguro que me he dejado responsables. Y, por supuesto, no todos tienen el mismo nivel de responsabilidad. Pero aquí hay para todos. Cada cual que recoja lo que le corresponde.

Ahora, lo que toca es que, si te ves reflejado en alguno de esos puntos o en algún otro que también debería estar ahí, cambies de forma que ya no puedas aparecer en esta lista.

Un deporte nacional

Y no, no voy a hablar de fútbol. Realmente, no podría hablar mucho de fútbol. Sin embargo, el “deporte” al que me refiero lo practican (lo practicamos) tanto los que les gusta el fútbol como los que no nos gusta. Me refiero al apreciadísimo deporte de la queja.

Todos tenemos una gran capacidad para quejarnos. ¿O no? Nos quejamos de lo mal que van las cosas, de los políticos, del trabajo, de los hijos, del tiempo y de todo lo que pueda ser objeto de queja.

El problema es que, junto a esa habilidad para quejarse, no existe por lo general una voluntad de dejarse de tonterías y buscar soluciones reales. Es justo lo que falta y lo que hace falta. Por ejemplo, de poco sirve que uno se queje continuamente de lo poco que le gusta su trabajo si no hace algo para cambiar eso. Ese algo puede ser desde buscar lo positivo de ese trabajo hasta explorar otra opción profesional. Pero es que lo fácil es quejarse. Hacerse la víctima. Coger el toro por los cuernos y luchar por salir adelante ya no se puede hacer dejándose llevar, y eso asusta. Te obligaría a salir de tu “zona de confort” y arriesgarte a hacer algo.

Además tenemos un problema asociado: el del perro del hortelano. Sí, ese que ni comía ni dejaba comer. En cuanto alguien intenta salir de la espiral de quejas continuas, siempre habrá alguien que intente volverte a lanzar a ella. Alguien que te diga que no puedes lograrlo, que te rindas. A mí me ha pasado con la escritura. Desde la persona bienintencionada que lo primero que te dice es “de eso no vas a vivir” hasta quienes se ríen de la idea. Es el momento de ser fuerte, de tener claro lo que realmente quieres y de seguir caminando sin parar. Siempre encontrarás algún apoyo. Y, si no, pues ¡qué le vamos a hacer! Pero hay que seguir adelante. Las quejas no solucionan nada. Sólo sirven como placebo, para tener la sensación de que se hace algo, pero sin salir de la comodidad de la costumbre.

En Twitter sigo a una chica con ELA. Hace unos días mandó un tuit en el que decía: “La #ELA me ha dado algo buenísimo: tiempo xa reflexionar,rezar,razonar,frenar todo lo q ocupaba mi vida y q no me dejaba crecer como persona“. Otros se estarían lamentando. Ella es un ejemplo de todo lo contrario. Merece la pensa seguirla: @artobalin.

Adelante y a por ello. Si tú no te lanzas, nadie lo va a hacer por ti.

Aborto y criminalización

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Hace unos días, el diputado Carlos Salvador propuso que fuera obligatorio mostrar una ecografía a las madres antes de abortar para tomar una decisión con toda la información. Y, como no podía ser de otra manera, ningún partido apoyó al diputado. Las reacciones fueron las previsibles, pero hay una que me llama la atención: la de decir que es un intento de criminalizar a las mujeres.

Hombre, pues digo yo que alguien que decide matar a su hijo puede ser tratado de criminal, ¿no? Si lo hiciera unos meses más tarde, esa persona iría a la cárcel. Si lo hace antes, casi se la trata de heroína. Los posibles atenuantes, si los hubiera, no deben hacernos perder de vista la terrible gravedad del aborto. Y no se hace ningún favor a la verdad ocultándolo. Una mujer que decide matar a su hijo debe tener claro que eso es un homicidio y que ella es culpable de ello. Y debería tener consecuencias penales, por supuesto, porque matar a alguien no debería salirle gratis a nadie.

Eso, por supuesto, no exime de que esa persona pueda recibir ayuda psicológica y se pueda redimir. Pero, insisto, ocultar la realidad no hace que no esté ahí: millones de niños asesinados por sus madres. Esa es la realidad de la que partir. Igual que uno no puede pegarle un tiro a su jefe por mucho que se sienta presionado por él, no deberíamos tratar con tanta ligereza a una madre que mata a un hijo suyo por supuestas presiones. Primero, la vida. Luego, ya veremos.

Y no, tampoco sirve excusarse en lo de “pobrecitas, es que no saben lo que es realmente”. Eso, legalmente, da lo mismo. Si uno, volviendo al mismo ejemplo, le pega un tiro a otro afirmando que no es una persona, sigue siendo un asesino. Sigue yendo a la cárcel. Que esa excusa ya la usaban los nazis. La ley debe prohibir siempre el aborto. Si no protegemos la vida de nuestros hijos, ¿qué motivo hay para proteger la de cualquier otra persona?

Lo siento mucho, pero no creo que una mujer que aborta a su hijo sea una víctima, como algunos se empeñan en afirmar. Que yo sepa, el cuerpo despedazado que se tira al cubo de la basura no es el de la madre, precisamente. No, de víctimas nada. Son homicidas. Y no se hace ningún favor a nadie ocultándolo bajo capas de buenismo.

Por cierto, me preocupa mucho eso de que puedan tomar una decisión contando con toda la información. ¿Una decisión? ¿Se puede elegir matar a alguien inocente? No me parece una jugada inteligente adoptar el lenguaje de los abortistas, porque estaríamos dándoles la razón indirectamente. Si parece que estamos de acuerdo en que se puede tomar una decisión como esa, es que a lo mejor no lo estamos haciendo demasiado bien, ¿no?

En este enlace indico brevemente las principales formas de aborto. Leedlas. Leed lo que hacen a los niños. Porque que algunos se quejen de las corridas de toros y defiendan esto sería de chiste si no se tratara de vidas humanas inocentes. ¿En serio alguien puede pensar que esos no son actos criminales?

El condimento esencial de la vida

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Hay un ingrediente que hace que la comida que nos preparan nuestros seres más queridos nos sepa de forma especial. Seguro que más de uno ya sabe a qué me refiero. ¿O es que a nadie le han dicho que le habían preparado la comida con amor? Ciertamente, muchas veces preferimos ese plato de macarrones con amor preparados, por ejemplo, por nuestra madre, que una comida en un restaurante de lujo. Lo que es esa persona, su actitud, sus sentimientos hacia nosotros, van reflejados en lo que han preparado. Incluso inconscientemente.

¿Os imagináis lo que sería si en todas las facetas de nuestra vida, pusiéramos ese ingrediente esencial? Seguro que nuestra propia percepción de la realidad cambiaría drásticamente. Y, con toda probabilidad, la percepción que los demás tendrían mejoraría también. Eso sí, es vital no confundir amor con sentimentalismo. El amor tiene que ver con la voluntad.

Un gran ejemplo en el que fijarse es la Madre Teresa de Calcuta. En cada moribundo que atendió, en cada persona con la que trató, ponía su amor, el amor que había recibido de quien es Amor. Y cambiaba vidas. Sigue cambiándolas.

Pues bien, ese es el secreto condimento que hace que nuestra vida sea más especial. El sabernos amados y el repartir ese amor recibido.