Sobre el evangelio de Judas

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La verdad es que me llama la atención el interés suscitado por el tal “evangelio”. En los últimos días, la enorme mayoría de las visitas a este blog han venido a partir de búsquedas de información sobre el documento en cuestión, sobre una supuesta canonización de Judas Iscariote (pasar de un documento de una secta a pretender que la Iglesia va a canonizar a Judas, la verdad es que es un salto de lo más curioso), sobre la verdad de Judas, etc.

Dado que está claro que el tema suscita interés, trataré de clarificar algunos puntos que en los programas en los que se habla del tema creo que no se tratan demasiado.

Primero: ¿Evangelio de Judas? Evidentemente (no creo que se ponga en duda ni siquiera en el susodicho documento), no pudo ser Judas quien lo escribió, ya que se suicidó el mismo día que entregó a Cristo. Aquí habría que hacer el apunte de que es curioso que se suicide alguien que lo único que ha hecho ha sido ayudar a la salvación del mundo siguiendo órdenes precisas. Algo falla en esa teoría. Es mucho más lógico pensar que el suicidio vino de la desesperación, causada en este caso por saber que se ha hecho algo infame y pensar que no existe solución ni redención posible.

Segundo: ¿Gnósticos? Es más, ni siquiera el término “evangelio” termina de ajustarse totalmente a la realidad, ya que no es un documento cristiano, de ninguna rama cristiana. Una de las condiciones esenciales para que una religión se considere cristiana es la creencia en que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Sin embargo, los gnósticos no creían eso. Los gnósticos, como su nombre indica, hacían referencia a que, para salvarse, hacía falta la “gnosis”, un conocimiento secreto. Por ello suelen ser sus “evangelios” como son. Como ejemplo representativo, el “Evangelio de Tomás”, otrora bastante famoso por películas como Stigmata, empieza con palabras como “Estas son las palabras secretas que Jesús comunicó a Tomás…”. Esto tampoco concuerda con el cristianismo. En la doctrina de Cristo no hay secretos, todo lo oculto queda revelado (en los Evangelios lo pone explícitamente). No hay enseñanzas secretas, no hay saberes ocultos. Hay sinceridad absoluta. Lo que se ve es lo que hay. Ni más ni menos. Claro, que a la gente la suele atraer más el tema de las terribles confabulaciones, de pertenecer a un grupo reducido que tenga supuestamente un conocimiento especial, etc. Supongo que por eso todavía hay gente que juega a ponerse delantales y a reunirse secretamente, como los masones. Pero eso es otra historia.

Siguiendo con nuestro tema, el gnosticismo rechazaba todo lo material como salido del mal directamente. El mundo era malo, el cuerpo era malo, todo era malo, excepto el espíritu. Por tanto, no creían que Cristo fuera realmente un hombre, porque no podían concebir que Dios, espíritu bueno por excelencia, se metiera en un cuerpo humano, que sería, según los gnósticos, algo malo por naturaleza. De ahí que en el “evangelio de Judas”, Jesús le pida a Judas que le ayude a salir de ese cuerpo, para volver a su naturaleza únicamente espiritual. Otro punto que hace que no sea algo cristiano. El cristiano cree que la resurrección de Cristo fue también del cuerpo, eso sí, glorificado. Sin embargo, por lo que hemos dicho anteriormente, para un gnóstico pensar eso le llevaría al borde del infarto: ¿Resucitar el cuerpo? Desde luego, nada que ver con las ideas de los gnósticos.

Concretamente, la secta que escribió el “evangelio de Judas” es la secta de los cainitas, que daba especial preponderancia a las figuras, llamémoslas, “oscuras” de la historia sagrada. Caín, Judas, esa gente (asesinos, traidores), para ellos habrían sido instrumentos de la voluntad de Dios en contra de la materia.

Por cierto, llama la atención que quienes tanto se esfuerzan en insistir que el cristianismo “demoniza” el cuerpo, cosa que nunca ha hecho, ya que también es obra de Dios, den tanto bombo a un escrito de una secta que sí que hacía eso precisamente. Ese aura de romanticismo que puedan tener los gnósticos desaparece en cuanto empiezas a conocerlos. Al final se quedan en supercherías y palabrerías.

Tercero: Valor histórico. Por supuesto, el estudio del texto es de un gran valor para el conocimiento de las sectas gnósticas de aquella época. Sin embargo, no se puede tomar como una fuente históricamente fiable, porque se aleja unos dos siglos de los hechos que dice relatar. Para hacernos una idea, los escritos neotestamentarios más recientes, los escritos joánicos, están fechados alrededor del año 100. El resto de textos serían más antiguos todavía, por lo que cabe pensar que quienes los escribieron realmente escribieron lo que vivieron. Era su época. Sin embargo, el evangelio de Judas está entre el siglo III y el IV. Para entonces, todos los testigos de la época de Jesús habrían muerto. Pero claro, para las sectas gnósticas permanecía un saber oculto que, curiosamente, sólo conocían los gnósticos, cada secta según sus propias ideas.

Sin embargo, debo remarcar el valor que tiene el documento por sí mismo para conocer la historia y las creencias de las sectas gnósticas de la época.

Cuarto: ¿Evangelio desconocido/oculto? También se le da bastante bombo a la extraña idea según la cual no se sabía nada de ese texto hasta ahora, además de la habitual paranoia de que la Iglesia habría estado ocultando su existencia, en plan novela de Dan Brown. La realidad es muy diferente. El documento, para la época contemporánea se conoce desde los años 70, cuando se encuentra casualmente en Egipto. Pero cualquiera con capacidad de leer podría haberlo conocido en los textos de San Ireneo de Lyon, que allá por el año 200 ya decía que había un libro llamado “evangelio de Judas”, que no era cristiano, y que fue escrito por la secta gnóstica de los cainitas. Como puede verse, algo totalmente desconocido y oculto, siempre y cuando no se tenga ningún interés en los hechos reales. Si no, de desconocido y oculto no tiene nada. De hecho, el mismo San Ireneo ya refutó convenientemente las doctrinas gnósticas.

Quinto: ¿Judas está condenado? Eso no lo sabe nadie. De la misma forma que la Iglesia contempla un proceso para comprobar si alguien está en el cielo (proceso de canonización), no existe ninguna forma de saber lo contrario. Eso ya entra en la opinión de cada uno. Sí que es cierto que, en los Evangelios, el mismo Cristo dice que a quien le va a entregar más le hubiera valido no haber nacido. También es cierto que, en lugar de buscar la redención, Judas se desesperó y se quitó la vida. Sin embargo, Dios es misericordioso, así que no podemos saber con certeza si está condenado o no.

Sexto: Marketing puro y duro. De toda esta historia a mí lo que me llama la atención es que, casualmente, nos plantaran el documental de National Geographic precisamente en Semana Santa, anunciándolo como un descubrimiento que podría hacer tambalearse a la Iglesia. Da la sensación de no ser más que una campaña de marketing, además tremendamente burda. Pero bueno, si hay gente que se cree una novela como “El código Da Vinci”, ¿por qué no creerse también esto otro?

Un año sin nuestro amigo

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Ya hace un año que nuestro gran amigo, Juan Pablo II, volvió a la casa del Padre. Parece que fue ayer cuando, con el corazón en un puño, desde todo el mundo se seguía paso a paso la evolución de la enfermedad que acabaría por matar su cuerpo, para dar el paso al lugar al que realmente pertenecía nuestro Papa. Demostró que, cuando se camina con Cristo, no hay motivo para tener miedo, sólo esperanza. Paz, esperanza, justicia, amor. En contraposición con la inestabilidad y la constante sensación de no saber a dónde se va, cuando se rechaza a Cristo. Y Juan Pablo II demostró claramente todo ello. Es más, demostró hasta qué punto la cruz es valiosa, hasta qué punto, lejos de ser un mensaje de derrota, de alguien muerto en unos maderos, es más bien un mensaje de victoria absoluta, un mensaje de amor. Nos mostró hasta qué punto el sufrimiento forma parte de la vida del ser humano, y la actitud con la que hay que aceptarlo. Porque, lo queramos o no, ser humano implica sufrir. Y no es lo mismo afrontarlo con pesimismo, abogando incluso por la eutanasia, que afrontarlo como una parte más de la vida, seguros de que, al final, la victoria es nuestra.

Como es normal, ayer hubo concentraciones y homenajes en todo el mundo para recordar a ese gran hombre que nos enseñó con su palabra y su obra la profundidad del evangelio de la vida.

Homenaje de ACIprensa a Juan Pablo II
Especial de “El Mundo” sobre Juan Pablo II

Para terminar, algunas citas de Juan Pablo II:

– La peor prisión es un corazón cerrado.
– La Iglesia es la caricia del amor de Dios al mundo.
– Cuando al hombre se le pone como medida de todas las cosas, se le convierte en esclavo de su propia finitud.
Amar es lo contrario de utilizar.
– Si nos alejamos de Dios, ¿quién nos garantiza que un día un poder humano no reivindique de nuevo el derecho a decidir qué vida humana vale y cuál no vale?
La democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular.
– Solamente la libertad que se somete a la Verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la Verdad y en realizar la Verdad.
– El respeto a la vida es fundamento de cualquier otro derecho, incluidos los de la libertad.
– El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad.
– Los creyentes de todas las religiones, junto con los hombres de buena voluntad, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación, están llamados a construir la paz.

Un hecho que clama al cielo

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Copio aquí el mensaje semanal del arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, correspondiente al 22 de Enero de 2006 (en 2016 el enlace a ese mensaje ya no funciona):

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Hace unos días se hizo público el número de abortos «legales» cometido en España durante el año 2004: ochenta y cinco mil (de 2005 no hay datos oficiales). Todo el desglose de este dato es espeluznante: ha sido un 6,5 por ciento más que el año anterior; ha crecido en todas las comunidades; el 27,69 por cierto de las mujeres ha abortado más de una vez; el 23 por ciento de los niños abortados tenía más de doce semanas; la edad de las que cometen un aborto es cada vez más baja y cada día aumenta el número de las adolescentes. Al cabo de veinte años de aprobarse la ley que lo despenalizaba, en España se han cometido casi un millón de abortos. Es decir, se ha quitado la vida a casi un millón de seres inocentes e indefensos. Más número de personas que las que tiene la ciudad de Valencia y tantas como tienen juntas las provincias de Burgos, Álava, La Rioja y Soria.

Los horrores del nazismo y del estalinismo no están lejos de una civilización que se autocalifica y presume de progresista y democrática. Sin miedo a exagerar, se puede afirmar que estamos ante una situación totalitaria, donde el más fuerte impone su ley sobre el más débil. Todo esto se hace, además, con el consentimiento, al menos tácito, de los políticos y de los medios de comunicación de masas. Uno se pregunta cómo puede haber tanta hipocresía a la hora de valorar, por ejemplo, la guerra de Iraq y el aborto. ¿Qué habría ocurrido si en España se hubieran ejecutado ochenta y cinco mil penas de muerte en un año? Es impensable.

No hace mucho, la prensa nacional e internacional se escandalizaba, con razón, de la vejación a que algunos soldados norteamericanos habían sometido a algunas víctimas en Iraq. El clamor de la protesta se oyó en todo el mundo. Pues bien, este suceso es un cuento de blanca nieves si lo comparamos con lo que ocurre con los abortados: la mayoría son despedazados, otros son envenenados, otros, troceados mediante una legra o cuchillo de acero. Cuando superan las 21 semanas, se practica a la madre una cesárea, se extrae el feto vivo y se le deja morir.

Mientras ocurre lo que el filósofo y escritor, recientemente fallecido, Julián Marías, calificaba como el máximo desprecio de la vida humana en toda la historia de la humanidad, toda una sociedad permanece adormecida y permite un genocidio sin precedentes. Es verdad que ya comienza a decirse que el aborto es malo. Pero esto no basta. Un clamor inextinguible se levanta desde todas las partes de nuestra geografía –y desde el mundo entero- hasta el Cielo pidiendo justicia y misericordia.

¿Cómo es posible que no lo oigamos? ¿Cómo es posible que se ataque a la Iglesia por denunciar esta barbarie y sensibilizar tantas conciencias narcotizadas? ¿Cómo es posible permitir que tantas mujeres sigan engrosando el número de madres destrozadas al mirar los ojos de un niño, porque ven en ellos el retrato del que pudo ser suyo?

La Iglesia no tiene vocación de agorera de desventuras. Pero no puede dejar de clamar como los profetas de Israel, guste o disguste a la gente. Entre otras cosas, porque no puede dejar que tantas adolescentes arrastren de por vida el peso de su conciencia. Y porque tiene que defender la dignidad del hombre, aunque la dejen sola en el intento. Más aún, aunque la llamen retrógrada y antiprogresista. Es consciente, además, de que la mentira tiene los días contados –muchos o pocos, pero contados- y que la verdad termina abriéndose paso. Como prueba, ahí están los hornos crematorios de Hitler y las purgas de Stalin.

† Francisco Gil Hellín

Arzobispo de Burgos

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No creo que haga falta decir que estoy de acuerdo con el arzobispo. La actitud de la sociedad, sobre todo de aquellos que se tachan de “progresistas”, es de auténticos hipócritas. Como si no vieran el exterminio silencioso que es el aborto. Lo mínimo que se puede pedir a alguien es un poco de coherencia: Si estamos contra la pena de muerte, estémoslo en todas las situaciones.