Haz cambios pequeños para conseguir grandes cambios

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Todos queremos que nuestra vida mejore en algún aspecto. Pero también es verdad que los seres humanos somos unos auténticos expertos en poner excusas. Porque, claro, que eso mejore implica hacer un cambio en la vida. Un cambio que puede ser profundo. Y nos gusta mucho acomodarnos, mientras nos decimos a nosotros mismos que no podemos hacer nada.

¿Cuánta gente juguetea con la idea de cambiar de trabajo para dedicarse a algo que realmente le guste, que haga que se levante por la mañana con una sonrisa, y no hace nada porque «es demasiado tarde», «no tiene tiempo» y excusas similares?

¿Cuánta gente querría estar en forma, pero no hace nada por distintas variaciones de excusas, una vez más?

El hecho es que, por lo general, esas excusas solo ocultan una razón, que es la real: no hago nada porque no quiero afrontar el cambio. Estoy tan acostumbrado a mi vida, a mi forma de ser, a lo que sea, que solo pensar en transformar todo eso me parece tan enorme que lo dejo pasar.

La mentalidad del todo o nada, cuando la realidad es bien distinta.

Imaginemos un eje de coordenadas horizontal. Si no hago nada, me quedo ahí, bien pegadito al suelo, al eje de coordenadas. Pero ¿qué ocurre si tan solo me desvío un grado? Un miserable grado. Pues que, según avance la gráfica, cada vez estoy más alejado del eje de coordenadas.

Estoy despegando. Y solo con un cambio mínimo.

¿Te imaginas qué ocurriría si hiciera algún otro cambio igual de insignificante cada cierto tiempo?

Exacto: el despegue será más acentuado. Me separaré mucho más rápido de la línea de origen.

A lo que quiero llegar es a que, si de verdad quieres cambiar algo, no es necesaria una transformación repentina por completo. Es más, eso puede ser contraproducente, puede abrumarte y hacer que vuelvas con muchas más ganas a la situación original.

Lo que necesitas para lograr el cambio es animarte a dar pequeños pasos en la dirección hacia la que quieres ir y seguir avanzando.

Te voy a poner otro ejemplo: escribir un libro. Puede parecer una empresa complicada. Y sí, si de primeras piensas en un tocho de, pongamos cien mil palabras, resulta aterrador. ¿Cómo voy a escribir yo algo así? No puedo. Es imposible. Estoy mayor para hacer algo así.

Bla, bla, bla.

Da un paso en la dirección correcta. Escribe un poco cada día. Un poco. Cuatrocientas palabras no son un objetivo muy complicado para lograr a diario. Y, si lo mantienes, al final del año tendrás ciento cuarenta y seis mil palabras escritas.

Eso es un libro bastante gordo. Para que te hagas una idea, El Juego de Ender (libro, por cierto, que no puedo dejar de recomendar, no así con la película) tiene unas cien mil seiscientas. Y El león, la bruja y el armario, unas treinta y ocho mil cuatrocientas. En un año, escribiendo tan solo cuatrocientas palabras al día, conseguirías escribir esos dos libros y todavía te sobraría tiempo.

¿Y si no te limitas a esas cuatrocientas y, cada mes, subes un poco el número de palabras diario?

Los pequeños cambios son el germen de los grandes cambios. Si quieres tomar otra dirección o dar un giro a tu vida, tan solo atrévete a ir dando pequeños pasos y a seguir caminando por el camino que has elegido.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.