Aunque ya no es tan habitual, una de las preguntas que más me han hecho es cómo me da tiempo para hacer todo lo que hago (que es mucho menos de lo que me gustaría poder hacer, todo hay que decirlo). Por ese motivo me gustaría analizar rápidamente el tema del tiempo y cómo conseguir tiempo para hacer lo que queramos hacer. Si es que podemos.
En primer lugar, tenemos que constatar un hecho: un día tiene las horas que tiene. Punto. No hay, y no creo que llegue a haberlo, ningún invento que permita detener el tiempo para que podamos dedicarnos a algo sin que el fatídico reloj nos recuerde que tenemos más cosas que hacer.
Esa constatación nos lleva a una conclusión: si mi tiempo es limitado, igual que el de todo el mundo, está claro que no da tiempo a todo, si ese todo excede un tiempo prudencial (cosas como comer y dormir conviene seguir haciéndolas, por mucho que tengamos otros asuntos en los que queramos gastar el tiempo). Además, las frases del tipo “si quieres hacer algo de verdad, conseguirás sacar tiempo para ello” tienen el problema de no contar con las circunstancias del individuo y lo acaban culpabilizando si no logran sacar ese tiempo tan deseado.
En realidad, solo hay una solución para intentar arañar algo de tiempo: priorizar.
Esto es clave en la vida. Si no se tiene un mínimo orden en lo que se quiere hacer, vamos a estar dando bandazos continuamente y nos vamos a acabar desesperando al ver que nada avanza. No todo tiene la misma importancia, y según eso hay que actuar. En mi caso, la cúspide está en la familia. Para ellos es todo el tiempo que necesiten. Ni más ni menos. Si estoy haciendo otra cosa y mi mujer, por ejemplo, me necesita, esa otra cosa se queda parada lo que haga falta.
En segundo lugar está el trabajo. Más que nada, por el tema ese tan mundano de pagar facturas y todo eso.
Y, a partir de ahí, el tiempo que me quede lo dedico a escribir, maquetar y demás temas. Hay que tener en cuenta que, a veces, varias actividades se pueden solapar. Eso es importante recordarlo para aprovechar aún mejor el tiempo.
Desde luego, si dijera que quiero escribir y me dedicara a perder el tiempo en las redes sociales, algo estaría fallando en ese supuesto deseo de escribir, porque estoy priorizando las redes sociales. Hay que ser, en cierto modo, avaricioso con el tiempo para no desaprovecharlo. Y sí, descansar también es aprovechar el tiempo.
También es necesario tener buenas dosis de paciencia. Paciencia para poder asumir que no vamos a hacer las cosas tan deprisa como nos gustaría. Por ejemplo, con el tiempo de que dispongo resultaría muy complicado escribir mis libros más rápido. Pero lo que importa es darse cuenta de eso y no desfallecer, seguir adelante aunque haya veces que dé la sensación de que no se avanza. Porque sí, resulta que hay veces que no se pueden cumplir los planes. Y hay días que estás tan agotado al final del día que eres incapaz de escribir una línea. Incapaz porque te duermes en cuanto te sientas, antes incluso de ponerte a escribir. No pasa nada. Mañana será otro día.
Ese es el secreto: establecer prioridades y tener paciencia. Quizá sea cierto que no te dé tiempo a todo lo que quieras hacer, pero es buena idea repasar lo que haces cada día y ver si puedes sacar algún rato priorizando. Menos televisión, menos redes sociales, quizá incluso dormir algo menos… Todo es cuestión de prioridades.