El precio de la libertad es la responsabilidad

Uno de los sueños de la humanidad desde la caída de nuestros primeros padres es abusar de la libertad lo máximo posible. Poder hacer lo que te dé la real gana sin consecuencias de ningún tipo.

Eso lo saben bien los políticos. En este estado llamado “del bienestar”, hasta el político más despistado tiene bien claro que, si promete aumentar las libertades, en seguida tendrá una legión de irreflexivos seguidores. Justo el tipo de seguidores que hacen falta en España para ganar unas elecciones, por lo que se ve desde hace tiempo.

Mucho se habla de mantener y ampliar las libertades, pero todos callan ante su contrapartida: mantener y ampliar las responsabilidades. Igual que cuando se habla de derechos pero se ocultan los deberes que esos derechos conllevan. Y eso, amigos míos, no puede ser.

El ser humano es libre porque es responsable y viceversa. Dado que tiene la capacidad de decidir hacer una cosa u otra, necesariamente, al hacer esa elección, se hace responsable de ella. La ha tomado por un motivo, el que sea, y eso hace que sea responsable del camino tomado. Ser responsable quiere decir ser capaz de responder por la decisión que se elige. Por tanto, el hecho de elegir algo y no otra opción implica que tengo un motivo para ello. Que sea un buen motivo o malo, lógico o ilógico, incluso ridículo, ya es otro asunto. Lo primordial es que el motivo está ahí y yo lo he aceptado.

Así pues, el precio de la libertad es la responsabilidad. Sí, somos libres. Pero eso conlleva que tenemos que responder por nuestros actos, por cada una de nuestras elecciones. Es más, si no fuera la responsabilidad ligada a la libertad, esta no sería verdadera. ¿Qué libertad podríamos defender si nuestros actos no son algo que podamos explicar, de lo que podamos responder? Eso no es libertad, es actuar por instinto. Que es lo que les gustaría a muchos. Pero damos para más. Para mucho más. Queramos o no.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.