He recibido un comentario a la entrada sobre un falso tercer secreto de Fátima que escribí en mayo de 2011. No le voy a publicar por un motivo muy sencillo: en este blog no admito que nadie haga publicidad de webs en las que gente que pretende ser católica llame herejes a todos los Papas desde Juan XXIII inclusive.
Ya ocurría antes, pero desde el Concilio Vaticano II se han acentuado dos extremismos que se tocan. Y curiosamente, estos dos extremismos que pretenden ser más católicos que nadie, se tocan en que se parecen de hecho a distintas corrientes protestantes.
Por un lado, tenemos a los que, como el del comentario que menciono (sedevacantistas) o, en versión más light, los tradicionalistas como los de la FSSPX, que no aceptan el Magisterio de la Iglesia completamente. Interpretan el CVII como una ruptura con la Tradición de la Iglesia y deciden no obedecer. Así pues, se erigen en sus propias autoridades fuera de la autoridad de la Iglesia. Son tan minuciosamente rigoristas en su interpretación del Magisterio anterior al CVII y del Magisterio a partir del Concilio que recuerdan a algún tipo de calvinismo.
Por otra lado tenemos a los que interpretan el CVII como si fuera una ruptura total con todas las formas anteriores, dando una libertad que degenera en libertarismo. Piensan que no hay por qué hacer caso de las rúbricas para la Santa Misa, porque ellos saben mejor que la Iglesia cómo funciona su parroquia. Se empeñan en ir cambiando y añadiendo elementos para tratar de atraer jóvenes (siempre se trata de atraer jóvenes) a la Misa, sea metiendo música donde no hay que ponerla, sea evitando al máximo que haya espacio para el silencio en Misa, usando globitos para las peticiones, etc. Y pretenden que lo hacen por libertad de Espíritu. Con lo que tenemos que el Espíritu, que se supone que guía la Iglesia, les dice que se salten las normas de la Iglesia en el Sacrificio por excelencia. En definitiva, que la autoridad de la Iglesia se la trae al pairo porque prefieren hacer caso a sus “inspiraciones”. Recuerdan al pentecostalismo. Y, curiosamente, tienden a comparar la Misa con las celebraciones protestantes, deseando que se pareciera más a ellas.
Y, mientras, la barca de Pedro se empeña en mantenerse a flote entre estas corrientes extremas, dando un Magisterio y, a la vez, enseñando cómo interpretarlo adecuadamente. Sólo hay que escuchar. Tan sólo eso. Y ser lo bastante humilde para aceptar la guía de la Iglesia. Humildad y obediencia. Ahí está la clave.