Podría ser un bonito cuento. El de unas ancianas que vivieron bajo el régimen comunista, tan amante de la libertad. Unas ancianas que ven cómo destruyen su iglesia. Y que, tras años, deciden embarcarse en una aventura para conseguir fondos para reconstruir esa iglesia que a los comunistas les molestaba pero el pueblo quería.
Esa aventura las llevó con una cancioncilla y vestidas de forma tradicional ante las cámaras de Eurovisión. Y hete aquí, que las abuelillas consiguieron su sueño. Nada menos que subcampeonas de Eurovisión.
¿Y nosotros? ¿Qué seríamos capaces de hacer por nuestra iglesia? ¿O sólo es un sitio al que ir los domingos para cumplir con un dios que nos exige estar todas las semanas media hora ahí encerrados? ¿Un sitio que no tiene más relación con nosotros que esa? ¿O es un lugar en el que vivir nuestra fe, nuestro encuentro con Dios?
Aquí, la noticia: La iglesia que destruyó Stalin será reconstruida por las abuelitas rusas.