Así tiene que ser la ciencia ficción
Hay películas que te dejan clavado en el asiento, pensando en ellas.
Hay bandas sonoras que acompañan a la perfección a la película, acentuando los sentimientos adecuados para cada escena.
Gattaca es una de esas películas.
Gattaca nos presenta una sociedad muy evolucionada técnicamente, pero, a la vez, fría y conformista. Dividida entre los concebidos mediante la ingeniería y selección genética in vitro, considerados superiores, diseñados para tener las características físicas que los padres deseen, buena salud, más inteligencia y mejores posibilidades a la hora de ejercer trabajos, y los nacidos de manera natural, con acceso tan solo a trabajos poco gratificantes porque no se espera más de ellos. Y, ojo, porque ellos han acabado creyéndoselo.
La película sigue los pasos de Vincent Anton Freeman, nacido por amor en lugar de mediante la ingeniería genética, con problemas cardíacos severos que le dan una esperanza de vida de treinta años.
Esta fascinante distopía transhumanista nos da lo mejor de la ciencia ficción: reflexión sobre temas que podría ser farragoso tratar de forma más académica. ¿Quieres ver de primera mano los peligros de generalizar la ingeniería genética? Toma, aquí los tienes. Delante de las narices.
¡Ah!, pero también está su contrapartida: mostrar lo que el espíritu humano puede llegar a conseguir sin esos intentos artificiales para “mejorar” al ser humano y que, cuando intentamos hacer un mundo de humanos “perfectos”, no perfeccionamos el mundo. Más bien, al contrario.
Ciencia y ética
La ciencia en sí es neutra. No así sus usos ni los métodos que se usen para construirla. Y la ciencia ficción como Gattaca nos muestra los peligros de un uso deshumanizado de la misma, aun disfrazado como algo positivo.
La primera pregunta obvia que nos plantea esta película es hasta qué punto es lícita la manipulación genética. De acuerdo, quizá llegue a curar enfermedades. Pero ¿no estará demasiado cerca el paso de intentar “mejorar” al niño para hacerlo más “perfecto” (siempre según el criterio de los padres o del gobierno, claro está), acabando en una nada disimulada eugenesia? Esta implica una brutal discriminación de fondo, en la que se rechaza de forma explícita al considerado imperfecto o no adecuado a las preferencias del que elige.
¿No llevaría a una sociedad discriminatoria, tal como refleja la película?
Esto nos lleva a plantearnos si nos dejaríamos arrastrar a un tipo de sociedad similar a la de Gattaca, en la que tu ADN habla por ti y las decisiones sobre ti se basan tan solo en tu código genético, donde algunas vidas se pueden considerar inferiores o superiores por sus genes. Donde el ser humano no deja de ser un producto que se puede encargar al gusto. Personalmente, me temo que, con un poco de propaganda bien dirigida, no se tardaría demasiado en convencer a una mayoría de que considerar al hijo como un producto a personalizar no solo no plantea ningún problema ético, sino que, además, es deseable.
¿Dónde quedaría entonces, por otra parte, la capacidad de superarse del ser humano? ¿De verdad estamos determinados por nuestros genes o no?
¿En qué punto habría que poner el límite a los usos de la ciencia? Esta película sirve como una maravillosa advertencia sobre la necesidad de un profundo estudio ético a la hora de utilizar los conocimientos científicos. Que se pueda hacer algo no quiere decir que sea prudente ni bueno hacerlo.
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