Este artículo fue publicado en la revista Icono de la editorial Perpetuo Socorro, año 110, número 5, de Mayo de 2009.
La asignación tributaria
Una vez más, como todos los años, llega el momento en el que buena parte de los españoles veremos cómo nuestro bolsillo se queda más vacío para engordar las arcas del Estado. En lo que a mí respecta, y por motivos que desconozco aún, sin ser rico ni tener grandes ingresos, ni siquiera una casa propia, me veo obligado a compartir mi humilde sueldo con Hacienda una vez más por segundo año consecutivo. De hecho, más de la mitad de un sueldo se me llevarán. No es demasiado grave, el año pasado fue toda la paga extra y todavía tuve que poner. Sinceramente, no entiendo cómo puede ser que, cuando se está recaudando por cada compra, por cada sueldo cobrado, casi hasta por cada respiración que se hace, todavía se haga una derrama una vez al año.
Pero, dejando aparte lo poco que me gusta que me quiten a la fuerza un dinero que es mío, o al menos eso se suponía, hay algo que me gusta todavía menos. El tener que colaborar en el mantenimiento del Estado puedo comprenderlo, es normal. Pero lo mínimo que se podría pedir a un Estado democrático es decir claramente en qué se va a gastar mi dinero, porque puede que no quiera colaborar en algunos de los fines a los que se pretenda destinar, como financiar partidos políticos, sindicatos, abortos, etc. La verdad es que creo necesaria una mayor transparencia en la recaudación y gasto de nuestros impuestos, para qué negarlo.
Llegados a este punto, debo confesar que en parte me consuela marcar la casilla de la asignación a la Iglesia Católica. Por lo menos esa parte de mi dinero sé a dónde va a ir y en qué tipos de proyectos se va a gastar. No es así, por ejemplo, con la casilla de otros fines sociales. ¿A qué fines sociales se refiere? ¿Qué organizaciones se verán beneficiadas por mi dinero, haciéndome en parte responsable de sus actos si decido marcar esa casilla? ¿No sería lógico pensar que se debería dar una lista de los beneficiarios para poder elegir si quiero favorecer a unos y no a otros? La falta de transparencia de la que algunos acusan a la Iglesia injustamente se muestra cada año en los impresos de la declaración de la renta. Colaboramos económicamente en algo, pero no tenemos una idea clara de en qué, y pienso que deberíamos poder elegir. Es una pena que no dejen también indicar el porcentaje que va a cada sitio, ya que me lo quitan de todas las maneras, podría decir que le dieran a la Iglesia bastante más de lo que actualmente se le da.
Por otra parte, no quiero dejar pasar la ocasión de recordar a todos los católicos que lean este artículo que es un deber para nosotros colaborar con el mantenimiento de la Iglesia. Posturas del tipo “ellos tienen más dinero que yo”, “no tengo con qué ayudarles” o “a saber para qué quieren mi dinero” son totalmente superfluas. Y eso por varios motivos. En primer lugar, no podemos esperar que la Iglesia mantenga del aire todos los hospitales, escuelas, centros de acogida, parroquias, etc. que gestiona. Para mantenerlo hace falta dinero, y ese dinero lo tenemos que poner quienes queremos que siga haciendo ese trabajo. Eso incluye tanto a los católicos como a los no católicos que valoren la labor de la Iglesia. Además, marcar la casilla de la asignación a la Iglesia no va a hacer que nos quiten más dinero, sino que parte del dinero que nos han quitado ya vaya a un destino conocido y con el cual estamos de acuerdo. Y en temas de transparencia, me parece que la Iglesia gana con creces a cualquier partido político, sindicato, etc. que sí se mantienen con nuestro dinero sin habernos pedido permiso para ello.
Es necesario que nos demos cuenta de una vez, que ya va siendo hora, de que la Iglesia nos necesita porque formamos parte de ella. La Iglesia no son sólo el Papa y los obispos. Somos todos los bautizados, y no se va a mantener si no la ayudamos a que se mantenga. Es muy cómodo ir a misa los domingos y pensar que ya se ha cumplido como católico, pero como suele ocurrir tantas veces, la opción cómoda es radicalmente incorrecta. Ser católico es un trabajo de 24 horas al día, todos y cada uno de los días del año. No puede haber descansos. No podemos decir “soy católico para ir a misa, pero eso de dar dinero ya no lo veo bien”. De la misma manera que invertimos dinero para tener una casa y mantener a nuestra familia tenemos que invertir dinero para que nuestra Iglesia pueda seguir manteniendo su labor terrena y espiritual. Es una obligación moral que tenemos todos los que amamos a nuestra madre Iglesia y queremos que siga adelante contra viento y marea sin tambalearse porque su labor es vital en el mundo y sin nuestra ayuda, la de cada uno de nosotros, no podrá realizar esa labor.