Mientras leía la trilogía de «El ángel de la noche» de mi admirado Brent Weeks había algunas escenas que se me quedaban grabadas en la mente. Todavía ocurre cuando la releo (todos los años lo suelo hacer al menos una vez).
Una de ellas es, a grandes rasgos, la siguiente. Ojo, que hay spoilers: Kylar, el protagonista, aprendiz de Durzo Blint, está en el prostíbulo de Mamá K, que le está ayudando con su educación. De hecho, si mal no recuerdo, está discutiendo con ella mientras la madame prepara a una chica para empezar con su «trabajo». Se la ofrece a Kylar, él rechaza usar así a la mujer y entonces llega el primer cliente, al que Weeks describe de tal manera que provoca asco y desprecio hacia quienes utilizan de esa manera a las mujeres.
Sí, podría haber dado una argumentación sobre por qué está mal. Pero ¿no queda más claro, no se interioriza mejor de esta otra manera?
Las palabras pueden convencer, pero el ejemplo arrastra. Y, mediante la ficción, los lectores recibimos todo tipo de ejemplos.
Recuerdo otra escena en la que cierto personaje, que antes era un asesino hasta que cambió de vida y se convirtió al Dios único, siente el deseo de acabar con alguien que ha entrado en su casa, pero no lo hace y se alegra al darse cuenta de que de verdad ha cambiado. Lo que para quienes lo rodeaban era una derrota, para él era una victoria. Se había vencido a sí mismo.
Y así una y otra vez. Ejemplos de honor, de lealtad, de lucha por lo correcto…
Ejemplos que pueden arrastrar.
Nunca olvidaré la vez que alguien me dijo que no tenía tiempo para la ficción, que se centraba en la realidad. ¡Como si con la ficción no se conformara la realidad! ¡Como si estuvieran completamente desligadas!
Toda estrategia de propaganda lleva ligadas formas de ficción. ¿O los gobiernos y las distintas ideologías no recurren a novelas y hasta a cuentos para niños, a películas y series, para ir implantando la semilla de sus ideas en el público?
La ficción es muy poderosa y es un grave error dejarla de lado asumiendo que no influye en la sociedad. ¿Acaso El Código da Vinci no influyó?
Como lectores, tenemos la responsabilidad de elegir bien nuestras lecturas.
Como escritores, tenemos la responsabilidad de aportar algo bueno con nuestras obras.
No es poca cosa, ¿no te parece?
Cuéntame si algún libro te ha influido. Centrémonos en los que lo han hecho para bien, si te parece. El bien y la esperanza son mucho mayores que el mal.