Quizá te sorprenda leer esto, a mí también me sorprendió cuando leí algo al respecto por primera vez. Sin embargo, el hecho es que el miedo tiene un papel vital en la mayoría, por no decir en todas, las historias humanas. Incluido nuestro día a día.
Y no, no estoy hablando necesariamente de historias de terror, en las que el miedo toma un papel protagonista. Incluso en las historias más romanticonas podemos ver este influjo del miedo. Por ejemplo, ese temor a que la otra persona se vaya con otro o no se fije en el protagonista. Los famosos triángulos amorosos están cargados de estos temores. ¿Me querrá a mí o al otro? Me ha dicho que me prefiere a mí, ¿será verdad?
El miedo puede ir haciendo avanzar la historia. Siempre que no paralice por completo a todos los personajes (quedaría una historia un poco absurda), hará que se muevan, a veces enfrentándose a sus temores, a veces de forma errática, intentando escapar sin tener claro cómo. El personaje que ve cómo algo pone en peligro su forma de vida, a su familia, a sí mismo…
A todos los gusta el heroísmo. Pero este no es otra cosa que una forma concreta de enfrentarse a los propios miedos. Hacer lo correcto cuando todo está en tu contra, ser el que se enfrente al mundo, cuando el mundo parece haberse vuelto loco, sostener la verdad en tiempos de relativismo, arriesgándose a ser señalado, vilipendiado o, incluso, atacado.
Tengo que aclarar que al hablar de miedo no me refiero necesariamente a que sea un terror insoportable. Ni siquiera tiene que ser un miedo visible para el lector. Solo es necesario que la situación aporte intranquilidad o dudas. En nuestro día a día, algo tan simple como echar un vistazo a la fecha de caducidad de un yogur antes de comértelo es muestra de esa inquietud por no comer algo que te pueda hacer daño. Es miedo. En un grado más o menos suave, pero miedo al fin y al cabo.
Y lo más gracioso de todo es que el miedo en sí mismo, con toda su incomodidad y su utilidad, porque no podemos negar que el miedo, en su justa medida, es necesario para la supervivencia de cualquier especie e, incluso, de cualquier individuo, no deja de basarse en la ficción. Incluso podríamos decir que el miedo es ficción, en el sentido de que aquello sobre lo que nos advierte no es real. No ha ocurrido. Sí, puede que tenga mucho sentido, que sea muy factible, que esté a punto de ocurrir si no hacemos algo. Pero todavía no ha ocurrido. Es, por tanto, ficticio.
Así pues, el escritor hará bien en tener en cuenta este poder del miedo para integrarlo en sus historias de forma natural, pero siendo consciente de cuándo «apretar más» al lector y a sus propios personajes o cuándo permitir que ambos se relajen un poco.
Ya que el miedo nos rodea, aprovechémoslo. 🙂