Me acabo de terminar el libro «La última escapada«, del escritor canadiense Michael D. O’Brien, más conocido a partir de su libro «El padre Elías».
La verdad es que el final del libro me ha dejado una sensación un tanto agridulce. No por el estilo del libro, sino por el final en sí mismo. Por una parte es esperanzador, por otra es desesperanzador. La verdad es que no me esperaba ese desenlace. Por Internet he leído opiniones de gente que decía que a la mitad del libro ya era previsible. No sé, a mí no me lo ha parecido.
Sin embargo, lo mejor es que cada uno lo lea. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Para quien no conozca el libro, se trata de la historia de un hombre separado, que vive con dos de sus hijos en un pequeño poblado canadiense y dirige un también pequeño periódico crítico con los cambios sociales que se suceden (aceptación del aborto y la eutanasia como algo normal, ideología de género, adoctrinamiento de los niños en las escuelas, etc). En un momento dado, la presión contra él y sus hijos es tan fuerte que deben huír para escapar de la tiranía de una democracia buenrollista que se empeña en acabar con las voces disidentes. Y ahí empieza la aventura, ahí empiezan las reflexiones de este hombre atormentado por las dificultades que conlleva intentar ser un buen padre, más que un simple proveedor y protector, ser el educador de sus hijos. Se encontrará en un camino de maduración que tendrá su culmen al final del libro.
Durante su lectura ha habido momentos realmente intensos. También momentos cercanos, al comparar la sociedad retratada por O’Brien con la nuestra. Ha habido unas pocas veces en las que, quizás, se hacía algo pesado el cúmulo de reflexiones del protagonista. Pero en todo momento, el autor ha sabido llevar la trama de una forma ágil y, sobre todo, hacer que el lector se ponga en la piel de ese padre perseguido por tratar de darle lo mejor a sus hijos: amor, libertad, capacidad de pensar por sí mismos.
En definitiva, creo que es un libro muy positivo, totalmente fuera de lo que nos traen últimamente las editoriales con vampiros adolescentes que no pueden ser más horteras, o zombis descerebrados (seguramente por ver demasiada televisión). Es, precisamente, el tipo de libros que debería abundar.