Una de las excusas que se oyen por ahí para no casarse es la de la pérdida de libertad, y pienso que el problema se debe a no terminar de entender lo que es la libertad. Lo primero, hay que dejar algo claro: si alguien piensa que puede mantenerse completamente libre, sin tomar ninguna decisión, sin decidirse por nada, está total y absolutamente equivocado. En primer lugar, siempre habrá que tomar alguna decisión, y eso implica elegir dentro de la libertad. E, incluso en el caso de que no tomara ninguna decisión, alguien tendría que decidir por él, con lo que seguro que también se quejaría de que vulneran su libertad.
Es importante tener presente que la libertad no es un absoluto. Es como el dinero: si sólo te dedicas a acumularlo no sirve para nada, es dinero muerto. El dinero tiene que ser utilizado para que realmente tenga algún valor. La libertad es exactamente igual: pretender acumularla lleva a matarla. Es necesario utilizarla para tomar decisiones responsables, inviertiendo en una decisión concreta igual que se invierte el dinero.
¿Por qué digo «decisiones responsables»? Porque la responsabilidad es el contrapunto de la libertad. Dado que somos libres, tomamos decisiones por algo. Siempre hay algún motivo, sea el que sea. Y, dado que elegimos por algún motivo, respondemos de nuestros actos (ese es el significado de la palabra responsable).
Cuando uno toma una decisión ya corta las posibles ramas que surgirían de las demás decisiones y se centra en una que, a su vez, irá dando infinitas ramas de las que tendremos que seguir seleccionando. De esa manera vamos, responsablemente, eligiendo nuestro camino. ¿Perdemos libertad por eso? En absoluto. Utilizamos la libertad para poder seguir avanzando como personas. No utilizar la libertad equivale a no ser libre, a quedarse anquilosado y temeroso en una esquina, asustados porque no podremos dar marcha atrás en nuestras decisiones.
Así pues, ¿qué sentido tiene acusar al matrimonio de pérdida de libertad?