El otro día, mientras escribía la cuarta entrega de mi saga de fantasía (o de ficción religiosa, como prefieras llamarlo) Ex inferno, me di cuenta de una cosa que no pude dejar de compartir con mi comunidad de Whatsapp.
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El caso es que de lo que me di cuenta era de que, en un cierto diálogo entre un monje y un demonio, estaba reflejando mis propias dudas y miedos, pero también mis esperanzas y mis convicciones.
Eso me hizo reflexionar. En realidad, esta división que hago, tanto para las categorías de la web como para la lista de correo, entre vida de escritor, vida cristiana y desarrollo personal, puede ser útil para dar claridad y orden a la web y para que quienes estéis en la lista de correo recibáis los correos que más os interesan, pero no deja de ser una separación muy artificial y, en ocasiones, muy incómoda.
Me explico: en mis libros de ficción puede que trate temas religiosos o no, depende de la historia. Pero siempre siempre lo que escriba estará imbuido de lo que llevo dentro. Eso incluye mi filosofía, mi cosmovisión, mis sufrimientos, lo que he ido aprendiendo y viviendo a lo largo de mi vida.
Tampoco concibo la vida cristiana sin el sentido épico de la lucha contra el mal, como bien sabéis quienes me conocéis al menos un poco. Esa épica se transmite de una forma muy especial en la ficción. Lo diré una y mil veces y no creo que nadie pueda bajarme del burro. La espiritualidad y la ficción no son mundos necesariamente separados.
Por otra parte, todo lo que he aprendido de desarrollo personal está también influido por mi visión cristiana del mundo. Por ese realismo esperanzado que, a pesar de todas las dificultades, sigue convencido de que hay una luz al final del túnel.
En definitiva, todo va unido. El que compra uno de mis libros se lleva un pedacito de mí, ni más ni menos. No voy cambiando de sombrero según lo que escriba o lo que haga. Siempre soy el mismo Jorge Sáez Criado, para bien o para mal y le pese a quien le pese. Porque sí, hay unos cuantos a los que le pesa. Pero bueno, así es la vida, ¿verdad?
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¡Un abrazo!