«Quiero un laicado no arrogante, no precipitado en el hablar, no aficionado a las discusiones, sino hombres que conozcan su religión, que penetren en ella, que sepan el terreno que pisan, que sepan lo que sostienen y lo que no, que conozcan tan bien su credo que puedan dar razón de él, que sepan bastante historia para poder defenderlo. Quiero un laicado inteligente y bien instruido…Deseo que ampliéis vuestros conocimientos, que cultivéis vuestra razón, que adquiráis perspicacia en las relaciones entre verdad y verdad, que aprendáis a ver las cosas como son, que comprendáis cómo la fe y la razón se compaginan entre sí, cuáles son las bases y principios del catolicismo y dónde radican las principales incoherencias y absurdos de la teoría protestante. No tengo ningún miedo de que os volváis peores católicos por familiarizaros con estos temas, siempre que cultivéis con afecto un vivo sentido de Dios y tengáis bien presente que vuestras almas han de ser juzgadas y salvadas.«
Este texto del cardenal Newman (las negritas son mías) hace un llamamiento que es de rabiosa actualidad (añadiendo a la teoría protestante, la liberal, relativista, laicista…). Un laicado que se preocupe por conocer aquello que se supone que cree y se supone que vive. Y digo «se supone» porque no entiendo cómo alguien puede vivir algo que no conoce. Y tampoco entiendo cómo alguien puede hablar de conocer a Dios y no querer entender su fe.
Vivimos en una época de exaltación del sentimentalismo. Por desgracia, eso también se nota en la fe. No son pocos quienes prefieren vivir una fe puramente sentimental, sin ningún tipo de compromiso mental. La Iglesia no quiere eso. Dios no quiere eso. Es un sinsentido. Es renunciar a la razón, que es estable, a favor de algo pasajero como los sentimientos.
¿Por qué tanta gente tiene miedo a razonar la fe? ¿Piensan que la van a perder? ¿Que desaparecerá el misterio? Nada de eso. Mi experiencia indica más bien lo contrario: cuanto más buscas entender la fe, más cuenta te das del misterio ante el que estás y más ganas tienes de conocerlo.
Hay que leer y releer estas palabras del beato cardenal Newman y asumirlas en nuestro interior. Si no somos capaces de razonar la fe, el diálogo con el mundo será imposible.