¿Qué son los mandamientos?
No es nada raro, ni siquiera entre algunos católicos, ver los mandamientos como si fueran una especie de prohibiciones sin sentido que solo sirven para amargarnos la existencia.
Pero un Dios que es amor, ¿qué sentido tendría que hiciera algo como eso? No sería más que una pérdida de tiempo en el mejor caso. En el peor, una trampa para hacernos pecar.
Si partimos de que Dios es amor, de que quiere que todos nos salvemos, nos daremos cuenta con rapidez de que los mandamientos son un regalo maravilloso.
Nada menos que un mapa de carreteras hacia nuestra realización como personas y, por tanto, hacia Dios. Porque, cuanto más nos acercamos a actuar según es nuestra naturaleza tal como la creó Dios, más nos acercamos a Dios.
Y, para eso, los mandamientos son insustituibles. Breves directrices que tienen un sentido profundo y amplio que no se queda solo en la literalidad de su formulación.
Eso último es muy importante, porque es habitual fijarse solo en la letra de los mandamientos, sin entrar en su espíritu. Lo típico de «yo no tengo pecados, no robo ni mato».
Pero matas la dignidad de otros con tus murmuraciones. Pagas lo justito o menos a tus empleados. Te crees superior a otros. Y tantas otras cosas que son violaciones de la Ley de Dios y no las damos importancia.
Los mandamientos nos guían para tener una conciencia bien educada. No hay nada en ellos que no sea bueno, que no esté inscrito en nuestra propia naturaleza.
La Biblia nos habla una y otra vez de meditar los mandamientos, de lo maravillosos y justos que son, del privilegio que suponen.
Valga como ejemplo lo siguiente:
«La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos» (Sal 19, 8-9).
Dios es amor. Y eso encaja a la perfección con los dos mandamientos que resumen todos los demás: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Toda la Ley está encerrada ahí, con los diez mandamientos haciendo más explícito en qué consiste su realización.
Los mandamientos de la Ley de Dios
Directrices salidas de la boca de Dios para guiarnos hacia la santidad.
- Primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
- Segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano.
- Tercer mandamiento: Santificarás las fiestas.
- Cuarto mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre.
- Quinto mandamiento: No matarás.
- Sexto mandamiento: No cometerás actos impuros.
- Séptimo mandamiento: No robarás.
- Octavo mandamiento: No darás falso testimonio ni mentirás.
- Noveno mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
- Décimo mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos.
Los mandamientos de la Iglesia
Estos mandamientos son un mínimo que dicta la Iglesia para procurar que nuestra vida de fe no desfallezca por completo. Un sabio complemento a los diez mandamientos que los concreta en la vida de la Iglesia.
Sin embargo, el hecho de que sean un mínimo nos está invitando a no quedarnos solo en lo poco que nos piden.
- Primer mandamiento: Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar.
- Segundo mandamiento: Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte y si se ha de comulgar.
- Tercer mandamiento: Comulgar al menos una vez al año, por Pascua de Resurrección.
- Cuarto mandamiento: Ayunar y abstenerse de carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
- Quinto mandamiento: Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Rezar los mandamientos
Dios es amor. Y eso encaja a la perfección con los dos mandamientos que resumen todos los demás: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Toda la Ley está encerrada ahí, con los diez mandamientos haciendo más explícito en qué consiste su realización.
Te invito, como indican los salmos, a meditar los mandamientos, a descubrir su significado profundo y a llenarte de gratitud por el inmenso amor de Dios.