En el Evangelio de la Vigilia Pascual (Mc 16, 1-7) me han llamado especialmente la atención esas tres palabras que les dice el Ángel a María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé: «No está aquí.» No carece de importancia esa frase. El Reino de Dios no está con los muertos, porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Estamos destinados a la vida eterna, a la resurrección al final de los días, de manera que de cada uno de nosotros también se pueda decir «no está aquí».
Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre, al resucitar nos dio la promesa de nuestra propia resurrección.
Alegraos, porque la muerte no tiene poder. El maligno ha sido derrotado. Rescatados por Cristo, si nos agarramos a Él no habrá nada, absolutamente nada, que pueda separarnos de Él.
¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya!