Hace poco te hablaba de la necesidad de ir haciendo pequeños cambios para abordar otros que, quizá, pueden parecer tan grandes que te lleguen a desanimar si solo te fijas en el objetivo final en lugar de en metas más pequeñas que vayan conduciendo a ellos.
A veces, cuando queremos alcanzar un objetivo, estamos tan ilusionados que tenemos prisa, mucha prisa. Queremos llegar a él ya. Además, con la cultura de la inmediatez que nos rodea, nos hemos acostumbrado a que, cuando queremos algo, lo tenemos que conseguir en el momento, sin esperas. Nos cuesta esperar, y eso puede desembocar en que acabemos perdiendo las ganas de llegar a donde queríamos llegar.
La cuestión es que todo camino está formado por pasos. Y es necesario recorrerlos para llegar al final. Si queremos hacer el Camino de Santiago, por ejemplo, o algo más mundano como ir de casa a la panadería, no nos podemos teletransportar y aparecer allí mágicamente. Tenemos que pasar por todos los puntos intermedios entre el punto inicial y el punto final.
Esto es así para el movimiento físico, pero también para todo lo demás. Un libro no aparece escrito con solo desearlo. Al contrario, si realmente quieres escribir un libro, más te vale asumir que tendrás que pasarte horas y horas delante de un teclado, escribiendo, dudando, revisando, pensando, volviendo a revisar… Quizá durante meses.
Los puntos intermedios forman parte del camino. Son el camino. Sin ellos, no tendríamos experiencia. No aprenderíamos nada, porque cada paso nos prepara para el siguiente. Si pretendemos saltarnos alguno, nos dejaremos por el camino una parte de ese aprendizaje y no llegaremos al final de la forma más completa posible. Si escribo un libro y me salto el paso de la revisión… Bueno, supongo que todos nos hemos encontrado algún que otro texto lleno de faltas ortográficas y gramaticales. Y no solo en autores independientes, también en libros publicados por editoriales de renombre que parece que, como mucho, revisan con la detección de errores del procesador de textos que utilicen. Quizá ni eso.
Es más, tenemos que procurar disfrutar del camino, de cada uno de sus pasos, porque cada paso nos acerca a la meta. Y esta, por lo general, no deja de ser un paso más dentro de un camino mayor.
Por supuesto, no hay que perder de vista el objetivo que tengas. Pero es vital centrarse en cada punto intermedio que hace falta recorrer. Cada uno de ellos es una meta a pequeña escala. Un pequeño cambio de los que hablábamos en la entrada anterior, que te prepara para la meta final.
Ahora bien, ¿y qué pasa si no alcanzamos el objetivo final? Porque puede ocurrir, no nos engañemos. Eso de que el universo conspira para que logres tus sueños y similares son sandeces. Sin trabajo, sin esfuerzo, no vas a conseguir absolutamente nada. Y con trabajo y esfuerzo, quizá no logres lo que buscabas. Pero sí habrás logrado algo: avanzar. Crecer. Recuerda que cada paso te enseña algo.
Tienes por delante un camino hacia un objetivo. Sería una pena no disfrutar de cada pequeño acontecimiento que te acerca a él y aprovecharlo en tu vida, ¿no crees?