Un día estaba trabajando en el salón de mi casa tan tranquilo, levanto la mirada y me encuentro… con un cerdo mirándome desde otra habitación.
Así, tal cual.
¿Has pensado alguna vez en la cantidad de personas a las que puedes influir a lo largo de toda tu vida?
Quizá en algún momento te hayas sentido inútil, fracasado, un cero a la izquierda.
Yo también lo he vivido.
Sin embargo, el ser humano es un ser relacional. No podemos mantenernos aislados por completo. Interactuamos con los demás con cada saludo, cada mirada, cada sonrisa. Cada vez que nos encontramos con alguien, cada vez que compramos el pan.
No es que te estén observando. Nadie que no estuviera paranoico pensaría eso.
Pero pregúntate una cosa: ¿a que te das cuenta cuando te encuentras con otra persona, aunque no la conozcas de nada, si está sonriendo? ¿O si está seria y cabizbaja?
Ellos también se dan cuenta.
Porque estamos diseñados para ello.
Lo que te quiero decir es que sí, tu vida es importante. Sí, cambias tu mundo con lo que haces. Pero, sobre todo, con quien eres.
Con cada sonrisa sincera que ofrecemos, aportamos un poquito de esperanza. Con nuestra bondad, sembramos bondad.
Recuérdalo: cambias el mundo de los demás cambiando el tuyo.
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