Parece mentira que, a estas alturas, todavía sigan dándose prejuicios absurdos contra los autores independientes.
Te voy a contar una anécdota al respecto. Hace unos meses que fui a una conocida librería religiosa de mi ciudad a ofrecerles mis libros de vida cristiana. En cuanto les dije que soy un autor independiente, ¿sabes qué me respondieron?
Va a ser que no.
Así, literalmente. Con esas palabras. Luego ya empezaron a poner excusas de distintos tipos, pero la esencia era que no iban a aceptar autores independientes.
Supongo que porque nuestro trabajo no cuenta con la calidad de los libros publicados en editoriales. Nótese el sarcasmo. Más aún cuando veo continuamente en libros de editoriales bien conocidas faltas de ortografía y de gramática, correcciones como mucho con el corrector del Word, repeticiones de palabras…
Es triste, porque esos prejuicios ya deberían estar muertos y enterrados. Tanto en la edición tradicional como en la independiente hay obras maestras, chapuzas infumables y todo tipo de puntos entre esos dos extremos. Esa es la realidad.
Sin embargo, lo que nos demuestra esta experiencia es que todo queda en manos de los lectores. Son ellos, sois vosotros quienes tenéis el poder de cambiar las cosas. Quienes podéis buscar a los autores que os interesen sin ceñiros a que estén o no en librerías. Quienes podéis hacer presión para que las librerías acepten sus libros. Porque, al fin y al cabo, sois los lectores quienes decidís lo que queréis leer.
O debería ser así, al menos, ¿no te parece?