Esta es una pregunta que yo creo que todos, tanto lectores como escritores, nos hemos hecho más de una vez.
Y no es tan fácil la respuesta.
El que probablemente sea mi autor de fantasía favorito (sí, Brent Weeks) hablaba una vez de cómo, en su saga El portador de luz, que tiene como escenario un mundo en el que existe la esclavitud y está totalmente normalizada, le había escrito gente enfadada porque asumía que, si escribía eso, era porque él estaba a favor de la esclavitud.
Como es lógico, eso no se acerca a la realidad ni por asomo. Al menos, según lo que él mismo dice, pero creo que podemos confiar en él al respecto.
En mi caso, por haber escrito una novela sobre el Apocalipsis, eso no quiere decir que quiera destruir el mundo.
Sin embargo, el tono general de la novela sí habla de mí, de la esperanza que me proporciona mi cosmovisión cristiana.
De la misma manera, en mi opinión, incluso cuando alguien escribe algo, por ejemplo, solo por divertirse o, por qué no, por intentar hacer dinero, quizá los accidentes concretos del libro no concuerden con lo que el autor piensa o cree. Pero, de un modo más o menos sutil, siempre quedará un rastro de su creador. Al fin y al cabo, el propio proceso creativo implica sacar algo de nuestro interior y plasmarlo en diferentes maneras.
Sin embargo, puedo comprender a quienes piensan que no es así. En situaciones como las de escribir una serie de un cierto género que no le gusta tanto al autor solo porque se vende mejor que otro género puede parecer que no dejará rastro de su forma de ver la vida. Pero el mismo hecho de su intencionalidad al escribir cada uno de esos libros deja su impronta.
Al menos, eso es lo que yo pienso.
¿Y tú? ¿Qué crees?