Quien quiera tener más de tres hijos está enfermo

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Esa es la bonita frase emitida por un compañero de trabajo en una charla sobre por qué no se hacen todos los partos por cesárea para que la madre no sienta dolor. Sobre el tema del miedo al sufrimiento ya hablaré en otro momento, que también tiene su aquel. Conociéndole, quiero pensar que no lo piensa realmente, pero sirve perfectamente para ilustrar lo que comentaba el otro día sobre que el egoísmo es el enemigo mortal del amor.

Hemos llegado a una sociedad en la que se ve a los hijos como enemigos de la pareja. Como si vinieran a destruir ese supuesto amor entre hombre y mujer, cuando realmente el amor no es egoísta, siempre está abierto a la vida. Es más, se tiende a ver el tener que cuidar de los hijos como una señal de debilidad. ¡Pobrecillos, tienen hijos y tienen que cuidarlos! ¡Con lo bien que estaban solos! A ver, que no tiene nada de debilidad. Que es más bien lo contrario, que hay que ser muy fuerte y llevar mucho amor dentro. Hay que quitarse de encima ese miedo a la responsabilidad, ese individualismo y egoísmo atroz en el que nos sumerge la eterna adolescencia que se nos predica continuamente desde las instancias socio-políticas actuales. Yo, me, mi, conmigo no tiene ningún futuro.

Si hay amor dentro, el amor querrá salir y extenderse. Una relación en la que se quedan los dos solos porque no quieren que su amor dé frutos se queda esclerotizada. Rechina. Y el fruto del amor es más amor. No hace más que crecer, si se le deja.

Estaría bien preguntarse por qué el empeño político en favorecer a las multinacionales del genocidio abortista pero no a las mujeres embarazadas ni a las familias numerosas (ni no numerosas). A la cultura de la muerte sólo se puede responder desde la cultura del amor y de la vida. De lo contrario, ni tendremos futuro ni seremos realmente personas, sino peleles.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.