No sé si será algo que solo me pasa a mí, pero me resulta muy molesto cuando, en el trabajo, al referirse a mi persona, me llaman «recurso». Y estando yo delante, ¿eh? De hecho, dirigiéndose a mí. Frases del tipo: «te necesitamos como recurso para tal proyecto».
¿Cómo que como recurso?
¿Solo soy un recurso?
Lo de los «recursos humanos» hace pensar que los humanos somos como los ordenadores de una empresa, objetos a utilizar cuando vengan bien y a tirar cuando ya no hacen falta. Es decir, como meros recursos, que según el diccionario de la RAE (una de las páginas más útiles que conozco, por cierto), son «medios de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirven para conseguir lo que se pretende». En otra acepción se refiere a los recursos como «conjunto de elementos disponibles para resolver una necesidad o llevar a cabo una empresa», que para el caso es lo mismo.
Es triste, pero es así. En muchas empresas (como en todo, hay honrosas excepciones) los empleados no son más que medios para conseguir un objetivo: sacar más dinero. El ser humano se convierte en un objeto utilizado para un fin, pero no se ve como un fin en sí mismo. No importa si tiene que sacrificar a su familia o su propia salud, se espera de él que se dedique al cien por cien a la causa de la empresa. Y, si puede ser más todavía, mejor. Horas extras no pagadas, vacaciones cuando mejor le venga a la empresa, turnos y guardias que machaquen un poco más la escueta vida familiar que le quede al «recurso» de turno…
Pasamos a ser objetos intercambiables. Si falla uno, ponemos al de al lado, que, como es igual de recurso, hará lo mismo que el otro sin problema. Eso mismo lo he vivido. Seguro que no soy el único.
Que no, que cada uno es un ser humano diferente e irrepetible. Que somos personas. No somos duplicados, no somos bombillas que, si una se funde, pones otra y hace exactamente lo mismo. Las cosas no son así.
Es más, esa forma de ver y tratar a los empleados es contraproducente para la empresa. Si a los empleados se les trata como cosas, como simples medios, como elementos intercambiables, lo más normal es que acabemos quemados y hartos del trabajo, viviendo angustiados en una alienación constante. Y un empleado descontento no suele tener el mismo rendimiento que uno contento.
Nosotros seremos medios para la empresa, pero, ojo, la empresa es también un medio para nosotros y eso es algo muy importante a recordar. No la pertenecemos. No puede hacer con nosotros lo que quiera. La empresa no es un fin en sí mismo, mientras que las personas sí. Si entendemos eso, las relaciones empresariales serán muy diferentes. Ya no tendremos una especie de «pacto de sangre» con la empresa, sino que haremos nuestro trabajo correctamente, pero si se entromete en nuestra vida nos veremos más libres para deshacer esa relación o discutir los aspectos que no estemos dispuestos a aceptar.
Claro está que hay situaciones y situaciones, pero la clave está en recordar que no somos propiedad de nadie. Aunque no nos quede más remedio que aguantar en un trabajo para poder mantener a nuestra familia, mientras no nos dejemos vencer y devorar por nuestro medio de vida, seguirá siendo eso, un medio de vida que podremos cambiar sin ningún remordimiento cuando surja una buena oportunidad.