Hoy es la fiesta dedicada a este gran santo. Los que me conocéis, sabéis que le tengo un especial cariño. Algunos incluso sabéis alguno de los motivos.
Pocas veces nos paramos a pensar en la verdad de la Comunión de los Santos. En el Credo decimos que sí, que creemos en ella. ¿Pero de verdad creemos?
Si creemos en la Comunión de los Santos nos damos cuenta de que podemos realmente hablar con ellos como nuestros amigos. Con confianza. Sabiendo que están muy cerca de Nuestro Señor y que nos echarán una mano. Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Y todos los santos están vivos y bien vivos.
Es lo que me pasa con Ignacio. Se trata de alguien familiar para mí, que me ha ayudado mucho. Sé que está vivo, junto al Señor en cuya compañía quería estar.
Todo lo que nos dejó apunta a un apasionamiento por Jesucristo y por la Trinidad que, lejos de quedarse antiguo con el tiempo, sigue adelante con fuerza, con los pilares que se ven en los Ejercicios Espirituales. Quien no haya tenido la ocasión de conocer esta obra, debe saber que se trata no de un libro para leer, sino de un libro para hacer. Incluso quien sólo tenga oportunidad de hacer los ejercicios de la Primera Semana, creo que merece mucho la pena.
Al final, los Ejercicios son una experiencia de encuentro con Dios, poniendo en Él toda la confianza para que guíe tus pasos. Un encuentro en el que vamos contemplando los misterios de la vida de Cristo para conocerle cada vez más.
Pasad un feliz día de san Ignacio de Loyola. Y, si podéis, acercaos a la figura de este gran santo, este peregrino, como él mismo se llamaba, y a su obra. Merecerá la pena.