Muchas cosas han confluido en un día muy especial. Ayer, al fin, era proclamado beato de la Iglesia Católica el Papa Juan Pablo II. Y el día en el que se ha hecho ha sido muy significativo. En primer lugar, el domingo de la Divina Misericordia, instituido precisamente por él a raíz de las revelaciones privadas de Santa Faustina Kowalska, para que el pueblo de Dios reflexionara sobre la inmensa misericordia de Dios.
Además, el inicio del mes de mayo, mes de María. Todos sabemos la enorme devoción del beato Juan Pablo II a la Madre de Dios. Ella fue su guía hacia el Señor, su apoyo en los momentos difíciles. «Totus tuus ego sum«. La Santísima Virgen María fue vital para él desde muy joven, hasta el punto de que alguna vez se preguntó si no tendría que dejar un poco esa devoción a la Virgen para hacerla más cristocéntrica. Pero se dio cuenta de que la verdadera devoción a la Virgen sólo puede llevar precisamente a Cristo, porque toda la vida de la Virgen se orientó a Cristo. Y, desde luego, nadie le podría acusar de poner a María por delante de Cristo.
También es el día de San José Obrero (y día del trabajo). Igualmente significativo, al tratarse de un Papa que conoció bien lo que era el trabajo duro y la entrega de su trabajo por Cristo. San José es todo un modelo de oración y de trabajo.
Por último, el día de la madre. Otra referencia a la Virgen y a la familia, a la que tanto quiso Juan Pablo II. Sin familia, la sociedad se destruye. Y Juan Pablo II defendió continuamente, durante todo su pontificado, la familia.
En fin, un montón de elementos que hacen del día de ayer un día que recordaremos siempre.
P.D.: Sección de la web del Vaticano dedicada a Juan Pablo II.