Con todas mis fuerzas
A veces, al salir del confesionario, vamos con el firme propósito de resistir la tentación con todas nuestras fuerzas. Y, la próxima vez que volvemos al confesionario, no nos queda más remedio que reconocer que, aunque quisimos resistir con todas nuestras fuerzas, acabamos cayendo de nuevo.
Y es normal. Nuestras fuerzas son una auténtica birria. Lo siento por quienes se crean fuertes, pero va a ser que no. Hay que tener una cosa bien clara: nuestro enemigo es más fuerte que nosotros. Muchísimo más fuerte. Siempre y cuando no contemos, claro está, con refuerzos. Y quien pone los refuerzos es Dios. Si, en lugar de confiar en nuestras propias fuerzas, procuramos poner nuestra confianza en Dios, veremos que la cosa es muy diferente.
Podemos hacer un símil parecido al del castillo del alma de hace unos días: tenemos nuestro castillo bajo asedio de un enemigo con un ejército más numeroso que el nuestro, más inteligente, que no necesita descansar, ni comer, ni parar para nada. Tenemos también un aliado mucho más poderoso que nuestro enemigo, y es un aliado con el que tenemos una comunicación fácil y rápida. En cuanto queramos, podemos comunicarnos con él. Pues … Sigue leyendo