Esta entrada viene a ser de queja pura y dura. Llamémosla “entrada protesta”. Me vais a permitir que despotrique un poco porque, de verdad, es tremendo. Y, como escritor, duele. Es que, cada vez, parece que hay menos interés en saber hablar bien en el propio idioma, y es muy, muy triste. Al oír cosas como que algo, más que ayudar, “desayuda” o las típicas horribles traducciones literales (o directamente adaptaciones) de palabras inglesas, te dan ganas de abrazar con cariño un diccionario para consolarlo. No pocas veces se trata de vagancia para pensar unida a desconocimiento de vocabulario suficiente, quizá por falta de lectura.
No podemos, además, perder de vista que el lenguaje también influye en el pensamiento. Al fin y al cabo, pensamos con palabras. Lo vemos con claridad en el infumable invento de la ideología de género que, montado en el caballo de la corrección política, consigue que la gente vea como normal utilizar expresiones que rebasan de lejos el límite del ridículo como “todos y todas los y las amigos y amigas”, o las todavía más lamentables “amig@s, amigxs, amig/s”. Expresiones, por cierto, que se ven incluso en algunas editoriales de cuyo nombre no … Sigue leyendo