He tenido la fortuna de que me han regalado hace poco el primer capítulo de la nueva serie de documentales del director de «La última cima«, Juan Manuel Cotelo, que con su productora «Infinito más uno» está comunicando la pasión por un Dios que ama a cada persona individualmente y con locura.
El formato es muy entretenido. No se trata de una entrevista «a palo seco», sino que se intercala con explicaciones (por ejemplo, en este primer episodio, un manual para confesiones) y con dramatizaciones de lo que va contando el entrevistado. Y, al final, Cotelo va con su caravana a mostrar el documental a un cierto público significativo, manteniendo después un diálogo con ellos sin censuras ni tratando de forzarles a creer. Sencillamente, una charla sobre lo que les ha parecido ese testimonio.
En una entrevista oí decir a Cotelo que sólo ponía dos condiciones: en primer lugar, que se sentaran a hablar y se olvidaran de los relojes. Hasta que acabaran. Y, en segundo lugar, que las preguntas no iban a ser sencillas ni pactadas. Iban a ser las dudas que él tuviera, y que tuvieran sus conocidos sin fe.
En esta primera entrega, Juango nos cuenta cómo pasó de ser un pandillero con cinco novias a la vez a ser nada menos que sacerdote. Nos explica sus dificultades, lo que le gustaba y le disgustaba, sus rebeldías. Nos abre el corazón para que, dentro de él, podamos ver la huella de otro Corazón que le amó antes y al que, al fin, escuchó. Finalmente, Cotelo se encuentra con un grupo de jóvenes entre 16 y 19 años de todos los pelajes: una chica embarazada, una musulmana, un agnóstico, un católico… Y se entabla un hermoso diálogo que muestra cómo estos testimonios hace que todos, al menos, nos planteemos algunas cosas. Y eso, en la sociedad que nos ha tocado vivir, no es poco.
Ni que decir tiene que espero como agua de mayo que vayan saliendo los demás capítulos. Me parece que se trata de un proyecto apasionante (y apasionado), y les deseo lo mejor.
