El ser humano sufre. Eso es un hecho incuestionable. La vida puede ser dura, realmente dura. Puede llegar a hacerse un camino cuesta arriba del que no se consigue ver la cima.
Y lo peor de todo es si tienes que hacer el camino solo.
No estamos hechos para la soledad. Somos seres sociales, y eso se aprecia aún más cuando tenemos algún problema. Si buscamos ayuda y nadie está dispuesto a echarte una mano, si sufrimos y no encontramos a nadie a quien le importe, el sufrimiento se multiplica, a veces llevándote por el camino de la depresión, si no estabas recorriéndolo ya.
En todos los aspectos de nuestra vida es bueno tener a alguien al lado en quien puedas confiar, a quien le puedas contar tu vida sabiendo que no te va a juzgar, que no va a intentar que le dejes en paz, que no te va a apartar de su lado por contarle tus penas. Alguien que te escuche, que se interese en lo que te ocurre, en quien puedas apoyarte para seguir avanzando. O, al menos, para hacer un descanso antes de continuar.
Yo soy afortunado. Hay una persona que siempre me apoya, que me ayuda en todo, incluso cuando la ansiedad ataca, incluso cuando lo veo todo negro, incluso cuando no parece haber salida. Alguien que cree en mí, que comparte mis proyectos y mis sueños.
Es de justicia que la incluya en los agradecimientos de mis libros, porque es parte activa de cada uno de ellos. Y, si es un libro sin agradecimientos, da igual, porque ya se lo he estado agradeciendo durante todo el camino desde que nace la idea del libro. Las cubiertas son obra suya, pero también es cosa suya buena parte de su revisión y corrección. Es ella quien los lee en busca de pifias ortográficas y de coherencia que se me pudieran haber quedado por ahí. Es a ella a quien le cuento mis ideas para ver si le parecen algo con un mínimo de sentido o si se me ha ido ya la olla del todo. El resultado final de mis libros se lo debéis a ella en parte.
Se trata de Ana, mi mujer. Ella es mi apoyo en la batalla de cada día, sea en el terreno laboral, en el literario, en el de la salud…
Hace más falta de la que creemos tener a alguien al lado. Cuando todo va bien parece como si fuéramos titanes, ¿verdad? Como si pudiéramos con todo lo que nos echen.
Pero luego llegan los golpes de la vida. Uno tras otro. Cuando se juntan demasiados, sin esa persona especial, sea cónyuge, amigo o familiar, puede dar la sensación de que solo hay golpes y de que no vamos a poder con ello.
Pues también es importante que nos demos cuenta de ese papel que suele estar oculto, porque quienes ayudan con sinceridad no buscan reconocimiento, y agradezcamos sinceramente y de todo corazón a esa persona que siempre esté ahí para nosotros, tanto para participar de nuestras victorias como para compartir nuestras derrotas.
¡Muchas gracias!