Artículo publicado en el número 1047 del año XXXVII de la revista Sembrar, revista quincenal diocesana de Burgos, correspondiente al período del 20 de marzo al 2 de abril de 2016. Podéis leer la revista en este enlace.
Viviendo la Semana Santa
La Semana Santa es uno de los tiempos litúrgicos fuertes, en los que se debería estar más en contacto con la fe, con la esencia del cristianismo. Sin embargo vemos que, coincidiendo con otros tiempos similares como la Navidad, ha sufrido un proceso de vaciado de sentido que, poco a poco, lo ha dejado reducido a un esqueleto poco reconocible de lo que en teoría tendría que ser.
Las procesiones, que deberían ser una oportunidad de evangelización y de muestra pública de la fe católica, son ahora mismo poco más que unas muestras culturales en las que lo importante es quién esculpió los pasos y dónde se guardan. En definitiva, un museo que circula por la ciudad. Mientras, se lucha para que la Semana Santa de tal o cual lugar se convierta en Patrimonio Cultural. Y, de paso, se hacen rutas gastronómicas cofrades. Como todos sabemos, en el espíritu de la Semana Santa se encuentra recorrer distintos restaurantes para degustar todo tipo de platos que, eso sí, a ser posible no lleven carne si se va el Viernes Santo. Que ese día haya que guardar ayuno y abstinencia pasa a un segundo plano. Lo que importa es la ruta gastronómica.
Esa no puede ser la Semana Santa para un católico. Tiene que ser un período de especial internamiento en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Un período de penitencia, conversión y contemplación, mirando a Jesús resucitado desde el misterio de la Cruz. Tiempo de gracia, tiempo de unión a Cristo sufriente Jueves y Viernes Santo y a Cristo transfigurado tras el “sí” del Padre en la Vigilia Pascual.
No, yo no quiero una Semana Santa que se pueda encerrar en un museo. No quiero que me cuenten si tal paso lo hizo un escultor famoso o alguien a quien no conocían ni en su casa. No quiero una Semana Santa gastronómica que reduzca mi fe a llenar la panza. Quiero una Semana Santa que me haga estremecer ante la visión de lo que Cristo me ama, de hasta dónde ha llegado para llamarme “amigo”, del futuro junto a Él que me espera si le sigo fielmente. Esa y no otra es la Semana Santa que quiero. Una Semana Santa católica.