Premio de novela histórica «Alfonso X el Sabio» en 2007. Críticas del tipo: «Uno de esos hermosos libros capaz (sic) de instruir deleitando.» X. Fernández, El Correo. «… un documentado relato, romántico y glamouroso, cargado de acción e intriga.» V. Drake, Gaceta de los negocios.
Tres páginas de bibliografía recomendada. Y, ya al poco de empezar a leerlo, uno se da cuenta de que no le habría hecho falta tanta bibliografía. Con haberse leído «El Código da Vinci» o «El enigma sagrado» se habría encontrado contando la misma historia básicamente. Increíblemente predecible en su argumento general (curiosamente, en el momento en el que pensé «hecho en falta a algún templario hereje» apareció entre sus páginas) vuelve a contar una vez más las mismas «teorías», por llamarlas de alguna manera no ofensiva, que tanta literatura que medró a la sombra de Dan Brown. Más de lo mismo. Una Iglesia mala malísima (un detalle a agradecer es que, en partes, se defienda a algunos de los individuos de la Iglesia y, más aún, hacia el final de la novela se da, por parte de la protagonista, una interesante defensa de la Iglesia), unos cátaros buenos buenísimos, unos templarios herejes herejísimos que fundan una Orden de Sión para proteger al verdadero Santo Grial, que una vez más serían los descendientes de Cristo. Sí que hay que reconocer que es mucho más entretenida esta novela que las de Dan Brown. A poco. Y me ha gustado la forma de dividir los capítulos, cambiando entre los puntos de vista de la protagonista principal y los otros protagonistas. Pero, siendo sinceros, el autor parece que tiene serios problemas a la hora de poner tildes en algunas situaciones. Y, lo que es más grave, esa supuesta documentación, ese supuesto conocimiento histórico que le ha llevado a conseguir un premio de novela histórica, brilla por su ausencia. Aparte de que me llama la atención sobremanera que en una novela histórica se haya recurrido incluso a golems. Aunque, ¿qué se puede esperar de otra novela que habla de descendientes de Cristo?
Algunos ejemplos: habla de los cátaros, de su vida de pobreza, de humildad y tal. Pero se olvida que esa vida sólo la llevaban algunos de los cátaros, la menor parte. Eran los autodenominados «perfectos». El resto no tenía problemas en hacer lo que les viniera en gana, porque aspiraban a la salvación por el consolamentum, al final de sus vidas, por parte de alguno de los «perfectos». Muchos nobles de la zona no es que aceptaran la herejía por su contenido dogmático, sino porque les venía de perlas para oponerse al poder temporal del papado (en aquel tiempo tenía) sin tener que obedecer.
También habla de que la cruzada contra los cátaros fue la primera cruzada contra cristianos. La verdad es que muy cristianos no eran, ya que negaban que Cristo realmente se hubiera encarnado. Creían en un Cristo más al estilo de algunas de las corrientes «new age» que otra cosa.
Y, para no alargarme demasiado, dentro de los apéndices dice que «el adopcionismo fue una herejía española, ya que fue promovida por Félix, obispo de Urgell y Elipando, arzobispo de Toledo, en el siglo VIII». Curioso que sea una herejía española cuando nació en Bizancio en el siglo II. Y ya entonces, la Iglesia no aceptó tal herejía. Luego sí que es cierto que tuvo un resurgimiento con el tal Félix, pero había surgido bastante antes.
Y suma y sigue. Entre falsedades históricas evidentes y medias verdades, otro «Código da Vinci» mucho mejor presentado.