El malo resulta más atractivo
Sí, hoy vamos a hablar de los personajes malvados y por qué son muchas veces más atractivos que los buenos.
Creo que a todos nos ha pasado estar viendo una película (o leyendo un libro) y darnos cuenta de que el personaje que mejor nos cae es, precisamente, el malo.
La foto que acompaña a esta entrada no es casual. Para mí, Darth Vader es el arquetipo de malo atrayente. Es posible que toda una generación piense de forma parecida sobre esto. Una generación que ya está un poco mayor, como el que escribe estas líneas.
Pero bueno, volvamos al tema.
A la vez, Luke Skywalker, sobre todo al principio, me parece un sujeto tremendamente soso. Sin vida, sin personalidad. Eso sí, luego mejora un poco.
Pero ahí no acaba la cosa. Hay una multitud de películas y libros en las que el «bueno» es más bien un antihéroe. Parece como que se desdibujan las fronteras entre el bien y el mal. ¿Por qué es así?
¿Por qué nos atraen los villanos?
Bien, creo que el punto clave es que nos podemos identificar más con uno de estos malos que con un bueno que nunca, nunca, nunca rompe un plato. Y esto es así porque se parecen mucho más a alguien real que ese tipo de buenos. Una persona real tiene conflictos internos, tiene dudas, a veces se comporta mal, incluso a sabiendas. Pero lo que distingue al bueno es que procura hacer el bien siempre, a pesar de todas sus luchas internas.
Cuando los buenos son humanos, es decir, parecen reales, tienen mucha mayor capacidad de atracción. Solo hay que fijarse, por ejemplo, en el caballero del Fénix, de los caballeros del zodiaco. O de Harry Dresden, el mago creado por Jim Butcher. O Durzo Blint, de Brent Weeks.
Realmente, con los malos evidentemente malos no nos identificamos. No nos gustan, son desagradables porque el mal es desagradable, sucio, absurdo. Mirad al emperador Palpatine, de la Guerra de las Galaxias. Quien se identifique con ese sujeto, tiene que estar muy mal de la cabeza. El tema es que malos como Darth Vader son personajes creíbles y más parecidos al común de la gente de lo que nos gustaría. El emperador no lo es, pero Luke tampoco.
Además, no podemos desdeñar otro punto: el poder y el misterio. Prestemos atención a los jinetes oscuros del Señor de los Anillos, por cambiar un poco de película. Provocan una cierta fascinación (a poco, más que Frodo y Sam). Son malos y muy malos. Pero gustan. Y eso que está claro que solo son esclavos. Pero parece que tienen poder, y tienen una pátina de misterio que resulta atrayente. En cambio, pensamos que los buenos evidentemente buenos no tienen misterio. Que son unos simplones sin interés.
Cómo traducir todo esto a la creación del personaje a la hora de ponerse a escribir
En mi opinión, cuando acaba una historia debería quedar claro quién es bueno y quién no. De lo contrario, el mensaje que estaríamos dando sería de que el bien es lo mismo que el mal. Al fin y al cabo, si resulta indistinguible, será porque no hay diferencia.
Es un mensaje escalofriante, triste, desesperanzador, que llena de vacío el alma. Yo, al menos, no lo quiero para mis libros.
Ojo, que digo que al acabar la historia. Puede ser antes, puede ser después. Quizá quieras crear confusión sobre los actos del personaje en cuestión. He leído muy buenos libros en los que necesitabas leer toda la historia para comprender el trasfondo de un personaje que resulta tan creíble que te das cuenta de que, a pesar de saber que es alguien malo hasta decir basta, comprendes por qué actúa así. No lo justificas, pero el autor lo ha diseñado tan bien que refleja esa paradoja del ser humano de querer el bien pero irse dejando llevar por el mal y, por tanto, lo entiendes como alguien que podría ser perfectamente real. Incluso, en las mismas circunstancias, podrías ser tú mismo.
Y eso sí que da miedo. Debe darlo.
En un libro que no sea para niños pequeños, los personajes deben ser reales, con una serie de vivencias a la espalda, unos valores, una forma de pensar, que hagan que en circunstancias parecidas, unos actúen como héroes y otros como villanos. Todos llevamos dentro esa tendencia al mal, pero está en nuestra mano hacerle caso o no. Eso es lo que debe reflejarse en nuestros personajes.
Es un tema de decisiones, igual que con las personas reales.
Cuando hablamos de cuentos para niños, es vital que los buenos sean buenos y los malos sean malos. En su mente tienen que asentarse adecuadamente esos arquetipos para que sepan distinguirlos cuando sean mayores. Por ejemplo, el lobo de los cuentos no se refiere al animal biológico. Es una representación del mal. Por eso debe ser malo, taimado, engañoso, violento. Estos cuentos ayudan al niño a asimilar la diferencia entre el bien y el mal y que nuestras decisiones nos llevan por un camino o por otro. Punto que, por cierto, tenemos la obligación de dejar bien claro a nuestros hijos. Dependen de nosotros para ello. Y es una responsabilidad añadida al escritor.
¿Tú qué opinas? ¿Tienes en mente algún malo o algún bueno memorable?