Artículo publicado (aunque de forma más breve por cuestiones de espacio) en el número 1009 del año XXXV de la revista Sembrar, revista quincenal diocesana de Burgos, correspondiente al período del 14 al 27 de septiembre de 2014. Podéis leer la revista en este enlace.
Sin sorpresas
En Oriente Próximo se está llevando a cabo un exterminio religioso. Desde hace más de un mes, los cristianos de Irak están siendo perseguidos con sólo dos opciones: o convertirse al Islam, o la muerte. Sus casas fueron marcadas con un símbolo del alfabeto árabe que significa “nazareno”. Muchos han huido en la pobreza más absoluta. Otros se han quedado y están siendo exterminados. Las mujeres, violadas y vendidas. Sus hijos, asesinados. Y al resto del mundo le importa entre poco y nada.
En este hecho confluyen dos elementos que no pueden ser fuente de sorpresa para nosotros. El primero, que los cristianos sean perseguidos. El Señor fue muy explícito en ese punto, prometiendo a quien le siguiera persecuciones. Ser cristiano, por tanto, conlleva la persecución. Desde simples insultos hasta lo que viven nuestros hermanos de Irak.
Lo segundo que no nos puede sorprender es la escasa o nula reacción por parte de tantos organismos internacionales y tantos países que, en otros casos, actúan como si fueran árbitros del mundo y ahora sencillamente callan, ofrecen una ayuda más bien tímida o, como en el caso de España, miran hacia otro lado. No tiene nada de raro que un mundo apóstata y ebrio de sí mismo, que alienta de por sí una persecución más o menos sibilina contra los cristianos, ignore a los que son perseguidos por Cristo en otros lugares del globo, aunque se acumulen mujeres violadas y vendidas como esclavas o niños decapitados. Les da lo mismo.
Ni siquiera, siendo sinceros, podemos decir que a los propios católicos nos importe de verdad. Estamos muy mundanizados, muy absorbidos por lo políticamente correcto como para actuar. No, no basta con darle al “Me gusta” en Facebook. Ni con poner la etiqueta “#YoSoyNazareno” en Twitter. Hay que rezar incansablemente por nuestros hermanos perseguidos. Hay que donar a Ayuda para la Iglesia Necesitada, Cáritas u otras organizaciones para ayudar a los cristianos refugiados. Hay que movilizarse para que esos organismos internacionales se decidan a actuar de una vez para la defensa de los más débiles. Aunque sean cristianos. Aunque sean católicos.