Hoy es un día de celebración, pero también un poco triste. Celebramos a nuestros padres, que nos enseñaron a ser mejores, nos acompañaron en nuestro camino intentando hacérnoslo un poco más llevadero, intentando que aprendiéramos de nuestros y de sus propios tropiezos. Incluso cuando, en esas etapas de la vida en las que nos creemos que somos el centro del universo y el culmen de la sabiduría (pero en las que, en realidad, estamos totalmente desorientados y desubicados), a veces les ignoramos o les ninguneamos. Luego descubrimos lo tontos que fuimos.
Un día de celebración para los que también somos ya padres, porque podemos ver en nuestros hijos la definición del amor. Cómo, según te ven, se lanzan a felicitarte. Cómo se esfuerzan los días previos por hacerte sus dibujos, poniendo en ellos toda su alma, porque cuando un niño te regala un dibujo, te da un cachito de sí mismo. Con mensajes como «eres el mejor papá del mundo», que lees mientras te aguantas las lágrimas pensando que, en realidad, poco tienes de «mejor papá» y, a la vez, prometiéndote a ti mismo luchar cada día para que esas palabras puedan llegar a ser ciertas, al menos para tus hijos.
Un día también triste para los que ya no podemos disfrutar de nuestro padre. Una enfermedad, un accidente o algo tan inmisericorde como el propio desgastarse con la edad, hacen que esa figura tan importante en tu vida deje de estar presente de la noche a la mañana. Y, en ese momento, te das cuenta de hasta qué punto formaba parte de ti.
Sin embargo, la tristeza debe dejar paso a la esperanza. Tenemos ahora la obligación de ser ese «mejor papá del mundo» para nuestros hijos. Ellos nos ven desde el amor sin límite que solo un niño puede ofrecer. Esforcémonos por guiarles y apoyarles sin escatimar abrazos y muestras de cariño. Esto es muy importante. No olvidemos decir a nuestros hijos lo que los queremos, lo orgullosos que estamos de ellos. No es malcriarlos. No nos hace débiles. Es justo al contrario, es criarlos con amor, es mostrar la fuerza que se basa en ese amor y que no tiene reparos en hacerles ver que son una parte importante de nuestras vidas. Es darles un punto de apoyo, una imagen de ese Dios que es Padre y que nos ama con locura.
Es amor, sin más.
¡Feliz día del padre!