Hace poco terminé de leer La tienda, de Stephen King. Tengo que reconocer que no soy un gran seguidor de este escritor. He leído algunos libros como Los ojos del dragón, que no me dejó prácticamente ningún recuerdo, o Cujo, que me pareció malísimo. Sin embargo, Salem’s Lot me gustó. Y La tienda me ha encantado.
No es que tenga un gran estilo literario. Eso él lo sabe y se lo han dicho muchas veces. Y, la verdad, me alegro de que sea así. No soporto a los escritores que parece que tienen que demostrar en cada párrafo que su léxico se remonta al siglo XIX (o que tienen un diccionario de sinónimos particularmente extenso), a los barrocos que para decirte una cosa dan vueltas y vueltas hasta que te mareas. Es un lenguaje directo, y lo agradezco. Es verdad que algunas cosas pueden sobrar, pero, en general, me ha parecido un gran libro.
Además, Stephen King tiene la particularidad de establecer conexiones entre sus novelas, de tal modo que hay elementos que te suenan de otras, personajes comunes, sucesos que ocurrieron en el mismo lugar o cerca…
AVISO. Si sigues leyendo te voy a destripar parte del libro. Luego no te lleves las manos a la cabeza, que yo te he avisado y quien avisa no es traidor.
En el pueblo de Castle Rock, donde también tuvieron lugar los acontecimientos de Cujo (y a los que hace referencia en algunos lugares del libro) y de La mitad oscura (si mal no recuerdo, que ese no lo he leído), el misterioso Leland Gaunt abre la tienda Cosas Necesarias, que parece tener siempre justo lo que sus clientes creen que necesitan. Y esos mismos clientes están bien dispuestos a pagar lo que haga falta. Aprovechando eso, Gaunt implica a sus clientes en una serie de «bromas» que acaban desencadenando una tremenda ola de violencia.
Este libro me ha llamado la atención porque, no sé si queriendo o sin querer, King ha retratado de manera magistral la tentación y el pecado. Además, dejando un regusto optimista, ya que se ve que al demonio, el señor Gaunt, se le puede llegar a expulsar de tu vida, se puede rechazar el pecado y la tentación.
El demonio miente. Eso queda claro poco a poco en la novela al ver cómo lo que los clientes creen haber comprado no es más que una ilusión. La tentación promete mucho, promete maravillas, pero luego resulta que no se obtiene lo prometido. Los objetos que tanto han deseado los clientes no son más que basura, aunque al estar influidos por su aceptación de la tentación, por el señor Gaunt, los ven como si fueran justo lo que más habían deseado. Como el pecado.
También refleja cómo el pecado busca mantenerse oculto. Quien vive en la oscuridad rechaza la luz. Lo que los clientes compran, aunque piensen en lucirlo y mostrarlo a todos, acaban obsesionados por ocultárselo a los demás, por si se lo quitan. Es solo para ellos. Soledad. Individualismo.
La relación de los clientes con sus «cosas necesarias» me recordaba a la de Frodo o Gollum con el Anillo Único. Formas diferentes de expresar una misma realidad.
Por otra parte, el objetivo final del señor Gaunt (del demonio señor Gaunt) es llevarse las almas que pueda capturar. Las «bromas» van dirigidas a que los habitantes de Castle Rock se maten entre ellos. La paga del pecado es la muerte, y King lo refleja de una forma verdaderamente clara.
Finalmente, como he adelantado antes, a pesar de que el libro termina con una nueva tienda en otro lugar, que el regusto a optimismo, porque al demonio se le puede expulsar, las almas se pueden salvar, se puede rechazar la tentación y el pecado.
Así pues, ha resultado un libro que, a pesar de su tamaño, he leído con ganas y, como escritor, creo que me ha servido para aprender alguna que otra cosa.
Te invito a leer uno de mis libros: