San Ignacio de Loyola siempre ha estado presente en mi vida, incluso sin yo saberlo. Esto es así porque la Compañía de Jesús siempre estuvo presente en mi colegio. Sin darme cuenta, con tan buenos sacerdotes como me encontré de pequeño, me fui impregnando del carácter ignaciano.
Ya mayor, mi vuelta a la fe con mi primera confesión en años (muchos años) fue de nuevo con los jesuitas. Mi primer director espiritual fue jesuita. Y él, en medio de un duro proceso de discernimiento que tuve, me guio mediante las enseñanzas de san Ignacio en los Ejercicios Espirituales.
Ese libro es el resultado de la experiencia de Ignacio en su maduración espiritual y la discreción de espíritus a lo largo de su vida. La obra cumbre de un maestro espiritual, en la que enseña a discernir, a examinar la conciencia, a orar, a profundizar en la fe, a ser contemplativo en la acción.
No se trata de un libro para leer, propiamente dicho, sino para hacer. Para orar y meditar sobre cada punto.
Me acompañó durante mucho tiempo en mi turno de la Adoración Perpetua. Sus contemplaciones me impactaron profundamente, me hicieron ver de otra manera mi relación con Dios. Y me ayudaron a conocer mejor a este santo y su lema: En todo amar y servir.
Hasta ese momento nunca había hecho una contemplación. Nunca había vivido así la oración.
La verdad es que todo lo que pueda decir sobre los Ejercicios Espirituales se quedaría corto. Solo puedo recomendarte que los hagas, si es posible. Si no lo es, al menos compra el librito y saboréalo con calma.
No te arrepentirás. Te lo aseguro.