Despidiéndome de un amigo

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El día 6 de julio de 2013 fallecía en Valladolid el padre Federico García Unquera, S.J., quien ha sido mi confesor y director espiritual durante años, hasta que, debido a la enfermedad, tuvo que ser trasladado a la casa que la Compañía tiene en Villagarcía de Campos, que tiene enfermería, para ser mejor atendido.

En la homilía de la Misa que los jesuitas celebraron ayer por su alma el sacerdote recalcó algo que, ciertamente, definía al padre Unquera: era un mediador de la misericordia divina. Pasaba horas y horas en el confesionario, siempre escuchando, siempre con buena cara, siempre ayudando, dando buenos consejos. Siempre. Incluso cuando necesitaba bastón para caminar, y lo hacía muy lentamente, él se empeñaba en ir a confesar. Aunque sus compañeros le dijeran que no estaba como para ir a confesar, él quería seguir desgastándose como mediador de la misericordia de Dios. Una anécdota que puede parecer nimia, pero que a mí me ayudó mucho fue que, un día, después de contarle mi ristra de pecados, le dije: “Pues estas son mis miserias.” Y el me respondió: “No, esas eran tus miserias.“. Quizá él me haya ayudado más que nadie a entender la grandeza de la Confesión.

De él he conocido el discernimiento ignaciano. Y, en gran medida  por “su culpa” he ido adentrándome en la espiritualidad ignaciana. La de verdad, no la deformación que otros hacen y que no se parece en nada.

Un hombre humilde, paciente, discreto, que hasta para morir ha sido discreto. Alguien que ha pasado 67 años de su vida entregado por completo a Cristo, a mayor gloria de Dios. Y que, con 86 años, seguía entregándose a Él cada día.

Podría decir muchas más cosas, pero entonces no acabaría nunca. Sólo quiero pedir oraciones por su alma. Seguro que no tardará en encontrarse con su querido Ignacio y, juntos, alabarán eternamente al Dios al que ambos conocieron hasta gastar sus vidas por su Amor.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.