9 mitos del escritor

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9 mitos del escritorHay toda una serie de mitos que rodean la figura del escritor. Incluso fomentados por algunos (o, incluso, muchos) de ellos. Más que mitos, yo diría que se trata de estereotipos que no tienen por qué tener relación con la realidad. En esta entrada revisaré algunos de los más habituales, sin ningún orden en particular.

  1. El escritor sobrevive a base de café. Supongo que esto viene de que escribir es una actividad que consume muchas horas, que suelen ser intempestivas. Sin embargo, debo asegurar que no es así. No necesitamos café para funcionar. A mí, de hecho, ni siquiera me gusta el café. Eso sí, tampoco sería la primera vez que me duermo antes de escribir la primera palabra de lo que se supone que debería escribir ese día. Puedo asegurar que es algo que sienta muy mal.
  2. El escritor tiene más alcohol que sangre en las venas. El famoso mito del escritor borracho. Una de sus variantes es la del escritor drogadicto. O el escritor amargado. Una vez más, no tengo más remedio que desmentirlo. Al menos en mi caso, de otros no puedo hablar. Sí que es verdad que ha habido escritores por cuyas venas corría todo tipo de sustancias, pero eso no les hacía mejores escritores. En realidad, en mi humilde opinión, si un artista necesita eso para realizar su actividad no puede considerarse un buen artista, ya que no tiene dominio de sí mismo.
  3. El escritor escribe a golpes de inspiración. Sobre esto ya he escrito en otro momento. Es triste comprobar que hay quienes se empeñan en defender esta forma de escribir, porque ofrece una imagen por completo irreal del trabajo del escritor. No voy a decir que la inspiración es innecesaria, por supuesto. Para mí, al menos, suele ser el punto de inicio del trabajo. Pero después lo que toca es trabajar duro. Si mientras trabajas llega la inspiración, genial. Si no, pues no pasa nada. Tratar de escribir un libro dependiendo de si me siento inspirado o no equivale por lo general a no terminarlo jamás.
  4. El escritor gana dinero a espuertas. Todavía hay gente que cree esto. Luego les dices lo que te paga una editorial y se quedan a cuadros. Sí, con la autoedición el margen es superior. Pero también el trabajo que tienes que hacer (o contratar), así que lo uno por lo otro. Desde luego, si quieres hacerte rico no te dediques a la escritura.
  5. Todo escritor que se precie es de izquierdas. Da la sensación, echando un vistazo al panorama novelístico, de que para ser escritor (incluso para ser artista de cualquier tipo) tienes que ser como mínimo de izquierdas. Si puedes ser ateo también, mejor. Pero, como en el caso de los puntos anteriores, no deja de ser más que un mito. Eso sí, provocado tanto por el entorno como por los propios escritores. Me explico. Al menos en este país, si no eres de izquierdas es difícil que alguien te apoye. Como si la cultura fuera su patrimonio exclusivo. Sí, hay algún ejemplo que no entra en esa categoría y que tiene éxito, pero por lo general, los demás o se esconden envueltos en la capa de invisibilidad de la corrección política o son prácticamente desconocidos. Así que da la sensación de que todos los escritores son, al menos, políticamente correctos.
  6. Si tienes talento, triunfarás. Esta frase parece sacada de un manual de autoayuda. De hecho, probablemente lo sea. Sin embargo, tiene una pega: es mentira. Como mucho de lo que aparece en esos manuales. El talento per se no te lleva al éxito, sino una confluencia de factores entre los que destacan el trabajo duro, la constancia y, por qué no decirlo, un poco de suerte. El éxito no depende del talento en absoluto.
  7. Estamos todo el tiempo hablando de nuestros libros. No. Somos personas más o menos normales, con lo que a veces hablamos hasta del tiempo. Otra cosa son los escritores cansinos que creen que por mucho repetir en redes sociales (y, a veces, incluso en persona) mensajes del tipo «compra mi libro» se les va a hacer más caso. Más bien al contrario, probablemente sea lo peor que se puede hacer. Un poco puede estar bien, para que la gente se entere de ofertas, de que sacas nuevos libros, de que haces una presentación… Pero que la mayoría de tu conversación sea un monólogo de ese tipo es insufrible y ningún escritor un poco avezado lo hará.
  8. Escribir es fácil. No falla. Cuando eres escritor y hablas de ello siempre hay alguien que también lo hace, que tiene un montón de novelas o ensayos en casa, en un cajón. Y que, de forma directa o indirecta, te deja el mensaje de que lo de escribir lo hace cualquiera. ¿Por qué no publica entonces todo eso que escribe? A saber. No será por falta de opciones. Pero no lo hace. Quizá porque resulta que escribir no es fácil. Puedo dar fe de ello. Se disfruta, sí, pero muchas veces duele porque no consigues expresar lo que quieres, porque lo que habías pensado no encaja y tienes que reconducir media historia, porque te encuentras en un punto en el que no tienes claro por dónde avanzar… Luego están las correcciones, las relecturas y volver a empezar el ciclo hasta que la cabeza está a punto de reventar, empiezas a corregir cosas que ya habías corregido y decides que se acabó, que el libro está terminado. No es fácil en absoluto.
  9. ¿Ortografía y gramática? ¡Lo importante es la historia! Aunque parezca mentira, he podido leer cosas parecidas de sujetos que se hacen llamar escritores. ¿No son importantes las herramientas con las que contar la historia? ¿No es importante conocer el lenguaje propio lo suficiente, ya que quieres hacer entender que eres escritor? Sí, la historia es vital. Pero si la ezkribez azi pierde bastante, ¿no? Tendrás imaginación, pero de escritor tienes poco. Pues eso.

Esos son nueve de los mitos que rodean la figura del escritor. ¿Conoces alguno más?

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.