Con la enorme afluencia de supuestos “gurús” que se empeñan en que pensemos de forma positiva, que nos convenzamos de que todo lo que podamos soñar lo podemos cumplir y demás frasecitas similares, que alguien te proponga educar a tus hijos en la derrota puede parecer una especie de herejía de los dogmas modernos. A quién se le ocurre, ¿verdad?
Bueno, pues es lo que vengo a proponerte.
Por supuesto, tenemos que dejar aparte la actitud maniquea de pensar que si no vamos a ser supermegapositivos tenemos que ser supermeganegativos y pensar que no conseguiremos cumplir ninguno de nuestros sueños jamás en la vida.
Que no, que no es eso tampoco.
Es algo mucho más sano. Ser realista.
Quizá en lugar de educar en la derrota tendría que haber dicho educar en la realidad con actitud luchadora. Pero no puedes negarme que “educar en la derrota” llama más la atención. 😉
No se trata de decirles que van a pasar la vida perdiendo. O quizá sí, porque resulta que la verdad es que la derrota forma parte de la vida, que unas veces se gana y otras se pierde. De hecho, se pierde muchas veces. Pero no se nos tiene que olvidar añadir que las veces en las que se pierde se aprende mucho más que en las que se gana si se tiene la actitud adecuada.
Igual que cuando estás aprendiendo a jugar al ajedrez al principio lo único que haces es perder. Vas aprendiendo y jugando y sigues perdiendo hasta que llega el momento de ganar tu primera partida (un momento muy emocionante, todo hay que decirlo). Y sigues aprendiendo, a veces ganando, a veces perdiendo. Igual en todo lo que hay en la vida. ¿Si te esfuerzas lo suficiente conseguirás ser campeón del mundo? Puede que sí. Pero también puede que no, porque todos tenemos nuestras limitaciones y es bueno saberlas reconocer. Y los sueños tienen tendencia a idealizar, a omitir esas limitaciones. Porque, ¿sabes? Si conoces tus limitaciones puedes aprender a bordearlas. Incluso puedes intentar superarlas. Es bueno conocerse a sí mismo. Quien se sobreestima se desconoce tanto como quien se subestima.
Incluso en las típicas historias de emprendedores se suelen omitir los fracasos. Y eso que son lo más común. Si nos fijamos solo en los casos de éxito, nos perderemos la casi totalidad de la realidad. Sin embargo, esos mismos emprendedores habrán aprendido más de esos fracasos de lo que podamos aprender de sus éxitos. Pero claro, es más agradable creernos que todo lo que nos propongamos lo podremos conseguir.
No, no se gana automáticamente por pensar que lo vas a hacer. Se gana, si es que se gana, después de mucho esfuerzo, de mucha lucha. Sobre todo, no dejando que las derrotas te mantengan tirado en el suelo. Aprendiendo de ellas y utilizándolas para seguir adelante. Para volverlo a intentar.
Sin lucha no vas a conseguir nada que merezca la pena. Y la lucha conlleva derrotas. Y, cuando estés tirado en el suelo, tendrás dos opciones: seguir tirado gimoteando o levantarte.
Eso es lo que necesitan saber tus hijos: conocerse, aprender de las derrotas, no asustarse ni quedar inmovilizados ante ellas, luchar.
Y lo tienen que aprender de ti. De tu ejemplo.