Dada la actualidad, creo que es obligado reflexionar un poco sobre lo que está ocurriendo, al menos en España, con el coronavirus.
Ahora mismo me encuentro en casa, en la que permaneceré junto a mi familia, haciendo solo las salidas imprescindibles, hasta que las autoridades indiquen que podemos comenzar a retomar la vida normal. Va a ser complicado, me gusta andar. Y no es lo mismo estar dando vueltas en el pasillo. Eso sí, con los niños va a ser difícil aburrirse.
Serán días de convivencia muy especial en los que aprenderemos a aprovechar el tiempo, a que hay momentos para el silencio, momentos de trabajar, momentos de jugar… Días, espero, de crecimiento como familia, como humanos, como cristianos. Con suerte, sin presencia del coronavirus entre nosotros ni entre nuestros seres queridos.
Esta crisis nos puede ayudar a ver cómo el ser humano se va con mucha facilidad a los extremos.
Por un lado, el extremo del miedo. Estoy de acuerdo en que un poco de miedo es bueno y útil, pero dejarse llevar por él no lo es. Y los supermercados arrasados, con gente acaparando papel higiénico (a saber por qué), hablan de miedo. De mucho miedo. Unos lo ocultan mejor que otros, pero hay mucho miedo en la calle.
Por otro lado, el extremo del egoísmo y la irresponsabilidad más exacerbados. Se nos pide algo tan simple y tan lógico como aislarnos en lo posible para que el virus no se propague tan deprisa. Hacemos teletrabajo, se prohíben (muy a destiempo) los eventos multitudinarios… pero luego la gente va a los bares como si nada. O se dedican a hacer viajecitos, como si fueran unas vacaciones, arriesgándose a transmitir una enfermedad que es mortal para parte de la población.
Hay mucha información sobre lo que está ocurriendo. De hecho, hay demasiada. Se hace preciso filtrar. Con los datos oficiales se mezclan todo tipo de bulos e informaciones falsas, junto a teorías conspiranoicas a cada cual más absurda.
Si no ponemos orden en todo este caos y en nuestra mente, va a ser todavía peor.
Creo que el punto clave es afrontar esta crisis de una forma realista y responsable. Los datos son los que son. Que alguien que dice conocer al primo del cuñado del portero de un hospital te asegure que le han dicho no sé qué tiene la misma fiabilidad que leer los posos del café. ¿Prefieres no fiarte de los datos oficiales? Perfecto. Da el mismo nivel de credibilidad al resto de la información para no creerte cualquier tontería. Y, sobre todo, actúa de forma restrictiva, aunque solo sea por si acaso.
Responsabilidad, realismo y esperanza. Con eso, estoy convencido de que podremos hacer frente a la crisis del coronavirus y, por qué no decirlo, prácticamente a cualquier otra que tengamos en nuestra vida.
Mucho ánimo y hasta pronto.