Llorando sangre es mi primera novela, un thriller sobrenatural. En ella relato la historia de un sacerdote jesuita que tiene que investigar una estatua de la Virgen que llora sangre y unos mensajes que supuestamente recoge de la misma uno de los feligreses de Creideamh, un pequeño pueblo ficticio de Escocia.
¿Cómo surgió la idea de la novela?
Todo comenzó a raíz de una cierta exagerada fascinación que se dio en algunos ambientes respecto a supuestas apariciones marianas no aprobadas por la Iglesia. Una fascinación obsesiva en algunos casos. Eso me dio pie para la historia. En lugar de apariciones, sería una estatua que llorara sangre y mensajes. A partir de ahí, el protagonista tendría que empezar su investigación.
Debo decir que el título original era Lágrimas de sangre, pero que el agente que tenía por aquel entonces consideró (y estuve de acuerdo) que, como ya había algún libro con ese título, podía ser mejor cambiarlo. Tras bastantes tentativas, quedó como definitivo Llorando sangre.
¿Por qué Escocia?
Escocia es un país que siempre me ha atraído. Desde su música hasta su paisaje, alegría y melancolía mezcladas en ese sonido de gaita entre la bruma. He estado dos veces en Escocia y era casi un deber incluir tan mágico lugar en alguna de mis novelas. Su ambiente de misterio casaba a la perfección con la historia.
¿Por qué un jesuita?
Esta es una de las preguntas que me han hecho sobre la novela. Puede parecer que sigo el cliché del jesuita estudioso, pero ese no es el motivo. Siempre he estado relacionado, de una u otra manera, con la espiritualidad ignaciana y la Compañía de Jesús. De niño estudié en un colegio en el que, si bien no era de la Compañía, tenía consiliarios jesuitas. En mi época, de hecho, conocí a varios que sospecho que ya son santos, aunque no se haya abierto ningún proceso de beatificación.
Cuando volví a la Iglesia, fue en el entorno de la Compañía de Jesús. Un jesuita fue mi primer director espiritual, y él me introdujo en la espiritualidad ignaciana. El padre Munker es un homenaje a él.
En definitiva, que lo raro habría sido que el sacerdote protagonista de mi primera novela no hubiera sido un jesuita. Por supuesto, un jesuita totalmente fiel a la Iglesia y a la espiritualidad de san Ignacio de Loyola.
Documentación
Algo básico que tuve que buscar, leer e interiorizar fueron las normas de la Santa Sede sobre el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones privadas. Un documento que apostaría a que poca gente, incluso muy de Iglesia, conoce. Si no, no se explicarían ciertas actitudes.
También tuve que aprender sobre otros fenómenos, como lacrimaciones y estigmas, tanto auténticos como falsos. De hecho, en la presentación del libro tuve la oportunidad de hablar sobre ellos.
Para algunas partes de la novela consulté el libro Summa Daemoniaca, del padre Fortea, ya que necesitaba algunos conocimientos sobre el actuar demoníaco que desconocía.
Por supuesto, también tuve que leer sobre la estructura de la Compañía de Jesús.
Y así, tras unos ocho meses de escritura, revisiones y correcciones pude decir, por fin, que la novela estaba terminada.