Artículo publicado en en el número 1053 del año XXXVII de la revista Sembrar, revista quincenal diocesana de Burgos, correspondiente al período del 12 al 25 de junio de 2016.
La gloria de Dios se manifiesta en sus criaturas
La gloria de Dios se manifiesta en sus criaturas. Esa frase la leí hace algún tiempo en una novela sobre san Francisco Javier, ahora mismo no recuerdo si en labios del mismo Francisco o de Pedro Fabro.
Desde el primer momento, la frase me impactó. Estamos acostumbrados a oír que somos imágenes de Dios, que Dios nos ama… Pero ¿que Su gloria se manifiesta en nosotros? ¿En mí? ¿En el sujeto ese que tan mal me cae? ¿Cómo es posible?
Y no sólo en los seres humanos. En ellos se manifiesta de una manera especial, pero en el resto de criaturas también lo hace. Todo el Universo, toda la Creación, es como un cántico a la gloria de Dios. En todo el Universo, en sus leyes hermosas e inmutables, se deja traslucir la mano de Dios, Su belleza, Su poder.
Es triste que miremos a otra persona y seamos incapaces de ver en ella un atisbo de la gloria de Dios. De darnos cuenta de que, sea cual sea su condición, es lo bastante importante como para ser amado por Él. Vivimos en una sociedad que reduce a las personas a objetos a los que utilizar. ¿Cómo nos atrevemos a corromper de esa manera la imagen de Dios que cada persona es?
Si en el otro veo esa gloria, ese brillo que, aunque pueda estar muy oscurecido por una vida quizá llena de pecado y de sufrimiento, sigue ahí, obstinado, sin llegar a desaparecer nunca, ¿podré verle como alguien de quien aprovecharme? ¿Como alguien al que utilizar como una cosa cualquiera?
Dijo san Ireneo que la gloria de Dios es que el hombre viva, y que la vida del hombre consiste en la visión de Dios. No es casualidad que sea en los santos en los que más se evidencia esa gloria de Dios. Ellos se han acercado al máximo a Dios, llegando a las máximas cumbres de la vida, que no están en el éxito profesional, sino en el encuentro y la relación plena con Dios.
Que el Señor nos conceda ser conscientes de la manifestación de su gloria en todos los que nos rodean.