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Es una tentación bastante común pensar que la vida matrimonial es menos espiritual que la de los consagrados. Sin embargo, hay que recordar que el Evangelio no es solo para estos últimos, sino para todos. No podemos pensar que únicamente les concierne a ellos la vida espiritual. De hecho, un matrimonio sin vida espiritual de ningún tipo será un matrimonio que se va secando, ya que nadie da lo que no tiene. Si Dios no pone amor en los esposos, si no recurrimos a la fuente del amor, ¿de dónde sacaremos el amor para nuestro cónyuge?
Pero que también tengamos que vivir la espiritualidad no implica que nuestra espiritualidad sea idéntica. Eso no puede ser, porque tenemos una forma de vida distinta, con distintos ritmos y distintas obligaciones. No podemos, por ejemplo, encontrar a diario momentos de oración tan largos como los que tendría un monje, por lo que nuestra oración, por lo general, tendrá que ser más breve y, por qué no, más intensa para aprovechar ese corto espacio de tiempo.
Quizás esa apreciación de no ver la espiritualidad del matrimonio esté originada en el error de pensar que la única espiritualidad posible es la de los consagrados. Y nos olvidamos de algo básico y fundamental: somos sacramento. No podemos obviar que el matrimonio forma una comunidad mística de amor y vida en la que Cristo está siempre presente, ya que Él mismo prometió que “cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Y, ¿qué es el matrimonio sino una unión de hombre y mujer en el nombre de Dios?
Dos ejemplos interesantes de la espiritualidad en el matrimonio los tenemos en Igino Giordani, cofundador de los focolares, y en Concepción Cabrera de Armida, una esposa y madre de nueve hijos que fundó las Obras de la Cruz. Leer el “Diario de fuego” de Igino Giordani o el “Diario espiritual de una madre de familia“, de Conchita, aparte de dar alimento al alma ayuda a darse cuenta de que la santidad es para todos, que todos podemos aspirar a acercarnos a Dios en nuestra vida, estemos casados o consagrados.
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