Si un sagrario es el lugar en el que se guarda lo sagrado, tenemos que reconocer un hecho evidente: una mujer embarazada es un sagrario, un sagrario de la vida.
Es difícil pensar en algo superior a esto: una vida totalmente nueva, con una infinidad de posibilidades por delante, totalmente querida por Dios desde la eternidad, confiada a una mujer como lugar donde se la protegerá de todo lo que pudiera dañarla y donde empezará a conocer el amor. La dignidad de la mujer incluye, es más, casi podría decir que se identifica con esa capacidad de recibir lo sagrado, de darle cobijo, de entregarse por amor al amor, de desgastarse por amor. Las mujeres son así, aunque haya feminismos de pacotilla que se dediquen a destrozar la enorme dignidad de la mujer y su capacidad de poner amor en el mundo.
Y si el mundo cambia, tendrá que ser a partir de ellas y de su ejemplo de apertura al amor.