Parece casi un deporte nacional quejarse de lo mal que está todo. Yo también lo he practicado, no te creas.
Despotricas un rato y ¿sabes lo que va a cambiar?
Nada.
Absolutamente nada.
Pero lo que sí vas a conseguir es mantenerte en un estado emocional de ira o de tristeza que no te va a hacer ningún bien.
Ni a ti ni a los tuyos. Recuerda que tus actos influyen en los demás. Si tú cambias, impulsas el cambio.
Si arrastras ira, si arrastras tristeza, ese va a ser tu legado.
Te ofrezco una alternativa, un reto: piensa qué puedes cambiar para mejorar las cosas un poco.
Porque sí, tú puedes ser parte del cambio. O parte del problema, no deja de ser una decisión que debes tomar tú.
Y no, no te quites importancia. Deja atrás esas excusas de: yo no puedo hacer nada.
Solo son eso, excusas para quedarte cómodamente en la queja.
Por supuesto, es poco probable que tú solo vayas a cambiar de forma radical cómo funciona tu empresa o tu país. Pero sí que puedes mejorar la vida de los demás. Quizá con algo tan simple como sonreír más. Es increíble el poder que tiene la sonrisa, cuando es sincera.
O escuchar a quien lo necesite.
Hay millones de cosas que puedes hacer cada día para mejorar tu vida y la de quienes te rodean.
Millones.
Y solo depende de ti si dar el paso o no.
Ahí tienes tu desafío.
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