Con todas mis fuerzas

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A veces, al salir del confesionario, vamos con el firme propósito de resistir la tentación con todas nuestras fuerzas. Y, la próxima vez que volvemos al confesionario, no nos queda más remedio que reconocer que, aunque quisimos resistir con todas nuestras fuerzas, acabamos cayendo de nuevo.

Y es normal. Nuestras fuerzas son una auténtica birria. Lo siento por quienes se crean fuertes, pero va a ser que no. Hay que tener una cosa bien clara: nuestro enemigo es más fuerte que nosotros. Muchísimo más fuerte. Siempre y cuando no contemos, claro está, con refuerzos. Y quien pone los refuerzos es Dios. Si, en lugar de confiar en nuestras propias fuerzas, procuramos poner nuestra confianza en Dios, veremos que la cosa es muy diferente.

Podemos hacer un símil parecido al del castillo del alma de hace unos días: tenemos nuestro castillo bajo asedio de un enemigo con un ejército más numeroso que el nuestro, más inteligente, que no necesita descansar, ni comer, ni parar para nada. Tenemos también un aliado mucho más poderoso que nuestro enemigo, y es un aliado con el que tenemos una comunicación fácil y rápida. En cuanto queramos, podemos comunicarnos con él. Pues bien, comienza el asedio y nos empeñamos en resistir solos. Vale, al principio podremos mantener el castillo más o menos a salvo. Si tiene buenas defensas, puede resistir un cierto tiempo. Pero no hace falta ser un lince para darse cuenta de que necesariamente perderemos. Ojo, no digo que podamos perder. Digo que vamos a perder necesariamente. Es la única posible consecuencia lógica con esas premisas. Y todo por no querer avisar a nuestro aliado o, directamente, no habernos acordado de él.

¿Cuánto tardará el enemigo en hacer suficientes brechas como para que no podamos controlar su entrada? Dependerá. Pero abrirá las brechas y entrará.

Sólo en Dios tenemos que poner nuestra confianza. Porque está con nosotros incluso cuando parece que no está, en los peores momentos de la sequedad y la aridez espiritual.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.