Una liturgia para Dios

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Creo que uno de los retos a afrontar este Año de la Fe debería ser precisamente la liturgia. No estoy seguro de si estamos, sacerdotes incluidos, convencidos de que el centro de la liturgia no somos ninguno de nosotros. Es Dios. Únicamente Dios. Y que Él ha querido que la liturgia la marque la Iglesia. Esto es muy importante. No es infrecuente encontrar sacerdotes que, puede que con muy buenas intenciones, se empeñen en cambiar partes de la liturgia a su antojo para hacerla más atractiva o para ajustarla a las formas de actuar de su movimiento, congregación o espiritualidad. Tampoco cuesta nada encontrar fieles que van a Misa para cumplir un precepto, o que eligen una Misa en lugar de otra porque les resulta más entretenida. Estos casos, en mi opinión, revelan que se considera que el centro de la liturgia es uno mismo. Y, por tanto, tiene que regirse según mis propias reglas. En el Año de la Fe, sacerdotes y laicos deberíamos esforzarnos por seguir las normas de la Iglesia y aprender a entender lo sublime de la liturgia.

Otro punto en el que me gustaría incidir, ya que se está en el contexto del 50 aniversario del Concilio Vaticano II, es el desuso del latín. En esto pasa como con la Constitución, que a todos se les llena la boca nombrándola, pero realmente nadie la conoce. Yo, particularmente, no conozco mucho los documentos del Concilio, la verdad por delante, pero en la constitución Sacrosantum Concilium se indica claramente:

54. En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo 36 de esta Constitución.

Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde.
Si en algún sitio parece oportuno el uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo prescrito en el artículo 40 de esta Constitución.

116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.

Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica a tenor del artículo 30.

Puedo estarme equivocando, pero creo que tendríamos que ser un poco coherentes, y si queremos cumplir el Concilio, cumplirlo entero, no sólo lo que nos gusta.

A este respecto, me gustó la intervención de Mons. Ferrer Grenesche, subsecretario de Culto Divino, en su visita al Seminario Mayor San José de La Plata, en la que indicó que “la forma en que el Santo Padre celebra se constituye en el modelo perfecto para toda la Iglesia“. Y el Santo Padre sigue las directrices del Concilio. Recomiendo leer ese enlace con calma.

En la liturgia, seamos humildes y dejemos que Dios sea el centro de verdad. Y dejemos que la Iglesia nos indique, como Madre y Maestra que es, la forma correcta de celebrarla.

Otros enlaces:
Misas amenas, misas aburridas.
La belleza de la liturgia evangeliza más que innovaciones y adaptaciones subjetivas. Palabras del Papa a los obispos franceses.
Constitución Sacrosantum Concilium.
Benedicto XVI creará una Academia Pontificia para promover el uso del latín en la Iglesia. Qué cosas, justo en el Año de la Fe.
Motu Proprio “Latina lingua”: el Papa instituye una Academia para promover el latín.
Unos cafelitos, unos cruasanes… y a estudiar latín cada mañana. Sobre un texto olvidadísimo de Juan XXIII, precisamente sobre el uso del latín.
La música sacra en el Año de la Fe.
Música sacra y Concilio Vaticano II.

Jorge Sáez Criado escritor ciencia ficción y fantasía
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Jorge Sáez Criado tiene una doble vida: unos días escribe sobre espiritualidad y otros hace sufrir a personajes imaginarios que se enfrentan a épicas batallas entre el bien y el mal. Informático durante el día y escritor durante la noche, este padre de familia numerosa escribe historias con una marcada visión positiva de la vida sin dejar de lado una de las principales funciones de la ficción: explorar la verdad.